Uno de los desarrollos más importantes de la estadística oficial en el siglo XX, de indiscutible vigencia en la actualidad, fue la invención del producto interno bruto (PIB) por un grupo de economistas del National Bureau of Economic Research (NBER) de los Estados Unidos de América a mediados de la década de los 30. El éxito del PIB fue tal que trascendió a los propósitos y alcances para los cuales el equipo encabezado por Simon Kuztnetz lo había diseñado. Muy pronto, el PIB se convirtió no sólo en el indicador por antonomasia de la actividad económica, sino que además se transformó en el indicador de progreso social de uso más extendido, integrándose como parte fundamental de las plataformas de política pública de los gobiernos. Esta práctica, razonable en principio, pierde de vista aspectos de la mecánica del cálculo del PIB que lo hacen impreciso para reflejar el bienestar de la población, dado que: 1) No todo lo que incluye en su construcción incide favorablemente en el bienestar de la población, 2) Ignora los aspectos distributivos y 3) Deja fuera dimensiones importantes para la calidad de vida de las personas que van más allá de lo estrictamente material.

En atención a lo anterior, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha lanzado el Proyecto Global para la Medición del Progreso de las Sociedades y el gobierno de Francia convocó a la Comisión para la Medición del Desempeño Económico y del Progreso Social (también conocida como la Comisión Stiglitz-Sen-Fitoussi). Ambas iniciativas atienden a propósitos similares, ya que la primera busca identificar y promover la generación y utilización de indicadores que den mejor cuenta del progreso de los grupos humanos y la segunda pretende determinar los límites del PIB como indicador de los resultados económicos y del progreso social, reexaminar los problemas relativos a la medición, identificar datos adicionales que podrían ser necesarios para obtener indicadores del progreso social más pertinentes, evaluar la viabilidad de nuevos instrumentos de medición y debatir sobre una presentación adecuada de datos estadísticos. Asimismo, una diversidad de países —incluyendo al Reino Unido, Canadá, Francia, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur, entre otros— están generando o se están preparando para generar estadísticas oficiales sobre progreso social.

La adecuada medición del progreso social constituye uno de los principales temas emergentes en materia de estadísticas oficiales, sobre todo en la medida en que crece el consenso sobre su relevancia para las políticas públicas y la rendición de cuentas. Es por ello que —inmediatamente después de la publicación del reporte de la Comisión para la Medición del Desempeño Económico y del Progreso Social, en septiembre del 2009, y del tercer Foro Mundial de la OCDE en Corea del Sur, en octubre de ese año—, en noviembre del 2009, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) llevaron a cabo el Seminario Internacional sobre la Medición del Progreso y el Bienestar Social, de cuyos trabajos se derivan los contenidos de este segundo número de REALIDAD, DATOS y ESPACIO. REVISTA INTERNACIONAL DE ESTADÍSTICA y GEOGRAFÍA, así como parte de los del tercero.

En las investigaciones aquí publicadas, expertos de diversos sectores comparten sus ideas en torno a qué es lo que se debe considerar para medir adecuadamente el progreso social, cómo pudiera medirse y cuáles son las mejores formas de transmitir la información a la población.

Los artículos que se presentan en este número contribuyen a enriquecer el debate nacional sobre la medición del progreso social, así como a enfocarlo al quehacer de la medición estadística oficial, de lo cual se pueden derivar implicaciones y lecciones, así como inspirar ideas de utilidad no sólo para México sino también para otros países de América Latina y el Caribe.