Hacia un nuevo sistema de indicadores de bienestar
En este trabajo se propone utilizar la calidad de vida como medida de bienestar y, para ello, se presenta un índice nacional de calidad de vida para México. Aunque este índice es construido utilizando la percepción de bienestar de los ciudadanos, se destaca la importancia de combinar indicadores objetivos y subjetivos del bienestar de los ciudadanos.
Palabras clave: medición de indicadores, índice de calidad de vida, México. |
In this work, we propose quality of life as a measurement of well being and we present a quality of life index for Mexico. Although this index is built using citizen’s well being perception, we consider the need to use objective and subjective indicators for this matter.
Key words: Indicator measurement, Quality of life index, Mexico. |
1. Introducción
La medición de indicadores ha sido siempre una herramienta valiosa para la generación de información usada en la toma de decisiones de las organizaciones. Hoy en día contamos con mecanismos casi ilimitados para medir lo que nos plazca. Tenemos información al minuto de cómo evolucionan las bolsas de valores de casi cualquier país. De igual manera, de una gran cantidad de naciones del mundo conocemos su producto interno bruto (PIB), PIB per cápita, PIB en términos del PPP (poder de compra, más conocido del inglés Purchasing Power Parity), la inflación, el desempleo, su balanza comercial, etcétera.
Por otro lado, sabemos con exactitud cuántos partidos ha jugado un determinado equipo de futbol soccer, cuántos ha ganado, perdido, empatado; qué cantidad de goles ha metido, recibido, etcétera. En el beisbol de las grandes ligas, podemos conocer las estadísticas de los jugadores en relación con cada equipo que ha enfrentado y lo que es más, cuál es el récord de un bateador contra un pitcher determinado con jugadores en posición de anotar y con dos outs. ¡Increíble!
Esta inundación de mediciones, que en ocasiones llega al exceso, nos hacer recordar a Albert Einstein, quien hace casi 100 años nos decía: “No todo lo que cuenta puede ser contado, ni todo lo que es contado, cuenta”. De aquí se deriva una necesidad de poner atención a lo que contamos y de buscar alternativas para medir lo que importa. Y es que la ciencia de la medición no puede ser tomada con trivialidad. Administramos, corregimos y celebramos lo que medimos, en una palabra, somos lo que medimos.
Esto tiene una relevancia enorme. Cómo lo medimos y lo usamos no es menos importante. Podemos medir una cantidad enorme de aspectos que tienen poca relevancia para una organización o país; también, que tengan importancia, pero medirlos mal, o hacerlo de una forma correcta, pero usarlos mal.
Un ejemplo del exceso en las mediciones está en los deportes: se necesitaría un ejército de analistas para poder, tan sólo, encontrarle un sentido a todo lo que se mide. El segundo caso de fallas se presenta día a día en la vida de los negocios: hace algunos años vivimos la explosión de éstos en Internet, y una de las mediciones más utilizadas para juzgar el desempeño de las empresas era el número de visitas que se hacían a sus páginas Web, dejando atrás otras mediciones importantes, como el flujo de efectivo, la rentabilidad etc.; también, se puede exponer el caso en el que un aspecto relevante como el PIB per cápita es medido correctamente, pero utilizado de manera errónea con el propósito de representar el bienestar de la población.
Otro indicador importante que se hace con una metodología rigurosa, pero que se utiliza mal, es el índice de desarrollo humano (IDH), y no es precisamente el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) el responsable del mal uso de éste, sino la prensa y aquellos que no terminan de entender qué es lo que se está midiendo; es suficiente mencionar algunos encabezados que aparecieron a raíz de la publicación del más reciente índice generado por el PNUD: México, séptimo lugar donde se vive mejor en Latinoamérica, detrás de Chile, Antigua y Barbuda, Argentina, Uruguay, Cuba y Bahamas; esta declaración es desafortunada ya que el objetivo del IDH no es exactamente definir en qué lugares del mundo se vive mejor sino, más bien, cuál es el estado de desarrollo de los países, considerando los tres pilares que son salud, educación e ingreso per cápita. Para muestra basta un botón, el IDH a nivel municipal de México, elaborado en el 2005, incluía a tres delegaciones del DF en los primeros cinco lugares: Benito Juárez (1), Miguel Hidalgo (4) y Coyoacán (5); dos municipios de Nuevo León: San Pedro Garza García (2) y San Nicolás de los Garza (6); uno de Oaxaca: San Sebastián Tutla (3); dos del estado de México: Metepec (9) y Coacalco (10); Chihuahua, Chih. (7) y Cd. Madero, Tamps. (8) completaban el top 10 de la categoría. La pregunta obvia sería, ¿podemos decir que en estos municipios y estas delegaciones del DF es donde se vive mejor en México? ¿Qué hay de Valle de Bravo (652), Ixtapan de la Sal (965) y San Miguel de Allende (1 085)? No es que el IDH sea malo o sea mal medido, el problema estriba en el uso que se le da.
Un cuestionamiento importante que surge de estas malas mediciones o malos usos de indicadores es, ¿qué es lo que debemos medir? La respuesta podría ser el bienestar de la población, ya que éste es un objetivo natural y debiera ser el fin último de todos los gobiernos. Se busca invertir en escuelas, hospitales, vialidad, seguridad y demás porque se piensa que estas acciones traerán bienestar a las personas. Desde hace décadas, los utilitaristas han afirmado que el mejor gobierno es aquel que provee el mayor nivel de prosperidad para más cantidad de habitantes. Con frecuencia, vemos y escuchamos que en el discurso político el mayor bienestar para la población es un tema recurrente de todos los candidatos a ocupar una posición de elección popular. El problema es que pocos explican lo que significa el bienestar de una manera clara y, mucho menos, definen cómo es que habrán de verificar que su función efectivamente estará dando resultados en términos de nivel de satisfacción de la población que los elija.
Antecedentes
Un mayor bienestar para la población implica un progreso en las condiciones de vida de la misma. En ese sentido, medir dicho progreso es importante por varias razones. Primero, es necesario saber si nos estamos moviendo en la dirección adecuada. Las sociedades son dinámicas y se requiere conocer si ese dinamismo nos está llevando por el camino correcto, o bien, nos estamos autodestruyendo. Por otro lado, una medición de avances sobre lo que realmente le importa a los ciudadanos es relevante para saber si los gobernantes están haciendo bien su trabajo. La rendición de cuentas es una condición fundamental en el ámbito de la vida democrática, por lo que es preciso contar con mediciones claras y efectivas de la función pública. Por último, las decisiones de política pública deben estar basadas en evidencias e información concreta. Sin la ayuda de indicadores claros, las decisiones se vuelven complicadas y los resultados esperados, confusos y difíciles de evaluar.
En la actualidad, podemos encontrar algunas iniciativas a nivel mundial que buscan avanzar en el tema de la medición del progreso de las sociedades. Por ejemplo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) inició hace tiempo el proyecto Measuring Progress, que busca precisamente desarrollar medidas claras de progreso para poder definir acciones de política pública que coadyuven a mejorar el bienestar de la población.
El IDH de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) presenta otra alternativa de medición de progreso con base en indicadores que van más allá del ingreso per cápita de los países. En este índice se incluyen aspectos relacionados con la salud, la esperanza de vida y la educación. Estas acciones se orientan, principalmente, a generar información que nos indique si la sociedad se está moviendo por el rumbo adecuado.
Además de la generación de un panel de control que nos indique si vamos bien o no, la medición y el monitoreo de indicadores de progreso pueden servir de auxiliar para la rendición de cuentas y la transparencia de los gobiernos. En fecha reciente, en la apertura de la Quinta Reunión de la Conferencia Estadística de las Américas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Álvaro Uribe, presidente de Colombia, señaló que: “Las estadísticas desempeñan un rol significativo en la gobernabilidad ya que proveen datos clave para evaluar la rendición de cuentas y la transparencia de las decisiones públicas. Su perfeccionamiento es esencial para el buen funcionamiento de los sistemas democráticos”.
Al definir y monitorear los indicadores precisos que inciden en el bienestar de la población, un país tendrá las herramientas adecuadas no sólo para saber si se está en el rumbo correcto, sino también para conocer si las autoridades están siendo transparentes y haciendo su trabajo adecuadamente.
Por otro lado, la generación de información relevante acerca de lo que importa para la población es imprescindible para poder tomar decisiones de política pública en forma eficiente y orientada. No tener información es una fuente segura de desperdicio a la hora de realizar las inversiones públicas.
Si medir los indicadores de bienestar es una tarea que se antoja clara y necesaria para poder progresar, la definición de los indicadores que de manera clara y verdadera reflejen el bienestar de una sociedad no resulta muy sencilla.
En este sentido, la UDEM ha propuesto utilizar la calidad de vida como medida de progreso de los países mediante un índice nacional de calidad de vida para México (Beyond GDP: A QOL Index for Mexico), utilizando la percepción de bienestar de los ciudadanos. Este principio es una alternativa que aún no obtiene el consenso de los estudiosos del tema. Existen, sin embargo, investigaciones previas y teorías que sustentan la posibilidad de considerar este concepto como medida del bienestar de las personas. Ciertamente, la adopción de una o varias medidas de bienestar es una discusión que apenas empieza, pero hay que iniciar por algo con el espíritu de no hacer de lo perfecto el principal enemigo de lo bueno.
Si para la mayoría de la población el bienestar y la calidad de vida es lo más importante, es necesario que exploremos lo que significan cada uno de estos conceptos. Se entiende por bienestar el estado por el cual una persona se siente satisfecha con su vida. El diccionario Merriam-Webster lo define como la situación de ser feliz, saludable o próspero. Para muchos autores, debe separarse entre lo objetivo y lo subjetivo: mientras que el primero incluye todos los elementos extrínsecos que coadyuvan con la satisfacción del individuo, el segundo se refiere a los elementos internos de la persona. En todo caso, se deduce que el bienestar es un estado ideal al cual aspiran, en general, todos los seres humanos.
Por otro lado, el concepto de calidad de vida es un poco más complicado. A pesar de que no hay un consenso en la definición de este término, existen algunos intentos como el que presenta la Organización Mundial de la Salud (OMS):
“La calidad de vida es la percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus expectativas, sus normas, sus inquietudes. Se trata de un concepto muy amplio que está influido de modo complejo por la salud física del sujeto, su estado psicológico, su nivel de independencia, sus relaciones sociales, así como su relación con los elementos esenciales de su entorno.”
Constanza et al. proponen una definición integral del concepto de calidad de vida de la siguiente manera:
“La calidad de vida es el grado en el cual las necesidades objetivas de los seres humanos son alcanzadas en relación con las percepciones personales o grupales del bienestar subjetivo.”
El caso del concepto de progreso implica una sensación de mejoría y avance. Aun cuando se pudieran discutir casi en forma interminable las diferentes acepciones que hay de progreso, es evidente que lo importante para una sociedad es que todos sus miembros disfruten de una mejora en sus condiciones de vida.
Para medirlo, una controversia natural surge con la precisión de cuáles son las condiciones de vida que se requieren en una sociedad. Algunos estudiosos optan por seleccionar lo material como lo más trascendental para el avance de la sociedad y escogen medidas como el PIB per cápita o los índices de pobreza. Por otro lado, encontramos a quienes se orientan hacia las medidas subjetivas, por ejemplo, la incidencia de enfermedades psicológicas o simplemente la felicidad, con el fin de establecer un progreso si estos indicadores siguen un desarrollo favorable.
Los indicadores materiales de bienestar han sufrido una crítica constante en los últimos años en virtud de que no reflejan en forma precisa el avance de una ciudadanía. Existen muchos aspectos positivos de una población que se dejan fuera en este tipo de medidas, aun cuando es de reconocer que son las que más estandarización han alcanzado y que, por ende, son más fáciles de comparar entre las diferentes sociedades y a través del tiempo.
El indicador de progreso material por excelencia lo constituye el crecimiento del producto interno bruto. Para muchos, un incremento en el PIB implica un mayor progreso para las sociedades. Sin embargo, esta creencia ha empezado a ser cuestionada por algunas organizaciones internacionales de la talla de la OCDE, el Banco Mundial y la misma Organización de las Naciones Unidas.
El PIB es la cantidad de bienes y servicios que un país produce por el espacio de un año. Este concepto fue introducido después de la Gran Depresión para ayudar a los políticos a tener bases para las decisiones de política pública. Su objetivo siempre fue el de ser un indicador del desempeño económico. En este sentido, el PIB no distingue las actividades positivas de las negativas, esto es, la necesidad de reparar los daños dejados por los desastres naturales, las guerras y la deforestación que pueden implicar un aumento en la actividad económica.
En su concepción inicial, el PIB no fue creado para medir el bienestar de la población, aunque con frecuencia es usado para este fin. Esto se debe a que el PIB es uno de los pocos indicadores que tiene aceptación a nivel universal y es fácilmente comparable entre los países. Sin embargo, una de las principales críticas de éste es que no mide la destrucción de los recursos naturales ni tampoco toma en cuenta la desigualdad en la distribución de la riqueza. En este sentido, el consenso actual es que esta medida debe ser complementada con otros indicadores para poder medir el progreso de las sociedades.
Como se mencionó con anterioridad, una de las medidas propuestas para complementar al PIB en su tarea de medición del progreso es el IDH estimado por la Organización de las Naciones Unidas. El índice considera tres aspectos de las sociedades: económico, salud y educación. Aun cuando éste representa un avance en la medición del bienestar de la población, tiene una alta correlación con el PIB per cápita, esto es, los países con alto índice de desarrollo humano generalmente son aquellos que cuentan con un alto ingreso y viceversa.
Por otro lado, se encuentran los indicadores subjetivos de bienestar. Gracias a las encuestas acerca de felicidad y satisfacción con la vida que se han levantado en forma sistemática en varias naciones y, desde hace varias décadas, la medición del bienestar subjetivo ha ganado credibilidad a nivel mundial. Sin embargo, existe aún cierta resistencia para poder adoptarlas como fuentes de un indicador serio y confiable del bienestar social. Surge entonces la alternativa de combinar indicadores objetivos y subjetivos para la medición del progreso de las sociedades.
El Paraíso de Michalos
Un planteamiento interesante que justifica la medición del bienestar combinando elementos objetivos y subjetivos es el de Alex Michalos. Para él, un individuo puede ubicarse en uno de los cuatro cuadrantes que se generan al realizar una matriz que considera las condiciones objetivas de la vida y el provecho que las personas obtienen de estas condiciones. Así, alguien puede ubicarse en el infierno real o en el paraíso real, en el infierno de los tontos o en el paraíso de los tontos, como lo muestra la figura.
Figura
Cada cuadrante tiene sus características propias. Una persona se ubica en el infierno real si sus condiciones de vida son escasas y las percibe negativamente. Sin embargo, si alguien capta en forma positiva sus escasas condiciones de vida y se siente feliz con ellas (tal vez debido al proceso de adaptación), Michalos la coloca en el área del paraíso de los tontos. Por otro lado, si un individuo tiene condiciones de vida plenas y su percepción es negativa de la realidad y se siente infeliz, se ubica en el infierno de los tontos. Por último, está el cuadrante del paraíso real, lo que pareciera ser el objetivo de toda sociedad, en el cual una persona tiene condiciones de vida plenas, las percibe positivamente y posee una convicción de aprovecharlas al máximo.
Es evidente que lo que Michalos considera como infierno real es lo que ningún gobierno tendría como aspiración de su ejercicio. Por otro lado, el paraíso real se presenta como el ideal de una sociedad y lo que todos quisiéramos alcanzar. No obstante, vale la pena profundizar las implicaciones del paraíso de los tontos y del infierno de los tontos que Michalos nos presenta en este esquema.
Primero, el paraíso de los tontos nos describe a una persona feliz que no tiene las condiciones objetivas que podrían ser consideradas necesarias para disfrutar de la vida. Tal vez este individuo se ha adaptado a estas condiciones precarias y no le importa mejorar. Quizá sea éste uno de los problemas con los que se topa la medición del bienestar subjetivo y de la felicidad: si las personas son felices, se puede presumir que el gobierno está haciendo un buen papel y no requiere de mayores cambios en su política pública. Sin embargo, además del problema moral de dejar a los menos favorecidos en una situación de olvido, se presenta el de sustentabilidad: ¿cuánto tiempo puede vivir la gente en condiciones desfavorables?
Existe una cantidad enorme de personas que viven en condiciones de miseria y, tarde o temprano, los problemas de salud, desnutrición y de precarias condiciones higiénicas habrán de cobrar su factura y harán imposible la vida de las mismas. En este sentido, es válida la preocupación de los organismos oficiales de tener cuidado en tomar la felicidad como el único indicador de progreso. Sería tanto como pensar que a un niño le basta una alimentación basada en golosinas porque eso lo hace feliz, sin considerar que su desarrollo no se alcanzará debidamente por esta circunstancia.
El caso del infierno de los tontos de Michalos no es menos interesante. Tenemos una situación en la que, en términos objetivos, se tiene todo lo necesario para vivir bien, no obstante, la persona no lo percibe así, no lo vive así. No es posible pensar en el bienestar de alguien sin que ella o él se sienta bien, se sienta feliz. Lo importante, en términos de política pública, es analizar el porqué una persona con unas condiciones objetivas plenas no se siente feliz. Tal vez la respuesta esté en lo propuesto por la teoría de la calidad en el servicio, es decir, si el cliente se encuentra insatisfecho puede ser porque nuestro servicio es malo, pero no es la única razón; podemos ofrecerle uno muy bueno mas, tal vez, no es lo que necesita, o bien, que estemos ofreciendo lo que el cliente necesita, pero no se lo hemos comunicado de manera adecuada. En este sentido, podemos invertir cantidades enormes de recursos y no llegar a satisfacer a los ciudadanos, lo cual implica que hemos caído en un desperdicio.
Aquí es precisamente donde el concepto de calidad de vida nos puede auxiliar. En este ensayo se propone la calidad de vida como alternativa para la medición del progreso y el bienestar de las personas. Aunque el término no ha sido por completo aceptado como un concepto científico, todas las definiciones y conceptualizaciones encontradas respecto a éste incluyen elementos objetivos y subjetivos. Así, se integran a este concepto el bienestar material, la salud, el bienestar subjetivo, la seguridad, la calidad del medioambiente, la educación, el buen gobierno, la democracia y otros.
Índice de calidad de vida para México
El concepto de calidad de vida puede ser usado para representar el bienestar de una comunidad. Si mejora, se puede inferir que se ha progresado, esto es, que el nivel de satisfacción de sus integrantes se ha incrementado. Todavía queda pendiente que se definan los elementos que deben de integrar el concepto de calidad de vida.
Una de las noticias que mayor impacto han tenido en el ámbito de mediciones de indicadores alternativos de progreso es el reporte de la llamada también Comisión Stiglitz (Comisión sobre la Medición del Desempeño Económico y Progreso Social), convocada en el 2008 por Nicolás Sarkozy, presidente de Francia. En palabras de Stiglitz, dos de las motivaciones más importantes que Sarkozy le expresó al momento de solicitar su colaboración fueron la aparente contradicción que se presenta al incrementar el PIB y, al mismo tiempo, dañar el medioambiente y la brecha que existe entre los indicadores oficiales y la percepción de los ciudadanos cuando se habla de bienestar.
La publicación del Reporte sobre la medición del desempeño económico y progreso social generó una cantidad enorme de comentarios —positivos y negativos—, pero puso en la agenda de muchos gobernantes y académicos el tema de los indicadores de bienestar. En principio, una de las conclusiones que señala el reporte es que el momento es oportuno para reorientar la medición de los indicadores oficiales de lo económico hacia el bienestar de la gente.
En términos de lo que se debe de considerar para su medición, el reporte señala que el bienestar de la población requiere de una definición multidimensional y los dominios clave identificados por esta comisión son:
1. Estándares de vida material (ingreso, consumo y riqueza).
Los elementos que integran el índice nacional de calidad de vida (INCAVI) para México propuesto por la UDEM consideran, en su mayoría, los dominios mencionados en la Comisión Stiglitz, y esta situación no es de sorprender, ya que la literatura de calidad de vida y bienestar ha propuesto estos dominios desde hace tiempo.
La construcción de un índice compuesto como el INCAVI tiene sus opiniones en contra. Algunos estudiosos del tema argumentan que los elementos comprendidos dentro del concepto de calidad de vida son tan diversos que es un error conjuntarlos en un solo índice para medirla. Para otros, la sola definición de calidad de vida representa un obstáculo muy serio para su medición.
En una publicación realizada apenas en el 2008, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aborda el tema de la calidad de vida y establece que es inapropiado construir un índice compuesto de calidad de vida. En su página 9 se lee textualmente:
“However, there is no need to construct a synthetic measure to study quality of life. On the contrary, given that there is no agreement on the definition of quality of life, or on the dimensions that make up the concept, or on how they should be combined with one another, the construction of synthetic indices contributes very little to understanding the complexity of the factors and viewpoints that influence quality of life.”
Los índices compuestos tienen sus ventajas y desventajas. Un índice es fácil de entender y monitorear. La gente puede entender si hay progreso o no con el simple hecho de seguir el desempeño de un número, aun cuando éste contenga una serie de elementos que para la mayoría puedan resultar complicados. Un ejemplo de ello lo constituye la inflación donde, literalmente, se combina la medición de peras con manzanas; aunque el resultado sea producto de muchos cálculos, en especial al definir las ponderaciones de cada elemento que la integra, al final el saber si fue 4 ó 6% nos dice mucho del desempeño de la economía, de las expectativas de aumentos de sueldos, del futuro del tipo de cambio, etcétera.
Además de ser sencillo de entender, un índice puede ser monitoreado en el total y en sus componentes. Así, en el caso de la inflación, es posible observar qué ha pasado con los precios de los alimentos, del transporte y de la vivienda, entre otros. Del mismo modo, se pueden hacer comparaciones por región, ciudad o nivel de ingreso de la población. Después de haber superado muchas dificultades, hoy en día, el índice de inflación es, quizá, una de las piezas de información más utilizadas no sólo por economistas, sino también por el público en general.
Todo índice posee un grado de subjetividad, y la composición del mismo siempre estará sujeta a críticas. Tal vez su mayor aportación es la posibilidad de aportar información para la toma de decisiones. Al evaluarse en intervalos regulares, permite señalar la dirección del cambio a través del tiempo y en el ámbito de la política pública. Los índices son útiles al señalar las tendencias y atraer la atención hacia problemas particulares (OECD and European Commission, 2008). El índice de calidad de vida para México es un trabajo en proceso y se tiene la certeza de que este esfuerzo deberá ser mejorado con el tiempo y la ayuda de muchos otros participantes. Su construcción fue realizada de acuerdo con las siguientes etapas:
Como se puede apreciar en lo anterior, el enfoque seguido en este proyecto fue el de arriba hacia abajo: en una primera etapa se precisan los dominios de calidad de vida y las preguntas a considerar para la construcción del índice y, después, se validan con aquellos sobre los cuales se define el índice. En contraste, el de abajo hacia arriba implica una investigación de lo que representa la calidad de vida para todos los afectados para, enseguida, resumir los dominios y las preguntas resultantes con la información disponible. Este segundo enfoque significa una inversión de tiempo y recursos que no estuvo disponible en este proyecto.
El equipo a cargo de la coordinación de la construcción del índice fue el grupo de investigadores del Centro de Estudios sobre el Bienestar de la Universidad de Monterrey el cual, junto con otros del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de Diputados de México, organizó el Seminario Internacional de Calidad de Vida en la Ciudad de México durante mayo del 2008, al que acudieron más de 15 expertos en la materia, destacando la presencia de los doctores Richard Easterlin y Joe Sirgy, de las universidades del Sur de California, y Virginia Tech, quienes han publicado profundamente sobre este tema.
Producto del Seminario fueron las ideas que sirvieron de base para la definición de los dominios de calidad de vida a integrar en el índice propuesto. Esta información fue complementada con una revisión de la literatura, principalmente, de los esfuerzos hechos por Robert Cummins en Australia, el Canadian Wellbeing Index, el índice de The Economist y el creado por Mercer. La lista de componentes seleccionados fue adaptada a la cultura de la sociedad mexicana y con base en opiniones del grupo coordinador.
Los dominios de calidad de vida considerados en esta etapa fueron los siguientes:
Para la composición de los índices, en cada dominio de vida se escogieron una serie de preguntas que representaran el nivel de cada uno de ellos. Es importante señalar que este enfoque de arriba hacia abajo requiere de la validación de las personas para las cuales se construye el índice. Esta fase de la investigación aún no se lleva a cabo y los resultados de este ejercicio deben interpretarse tomando en cuenta esta situación. En la tabla 1 se puede observar una lista de los subdominios que integran cada dominio de calidad de vida.
Tabla 1
Dominios del INCAVI y los subdominios correspondientes
Las ponderaciones otorgadas a cada subíndice son iguales, partiendo de la idea de que todavía es necesario definir si los dominios elegidos son los que la población considera más importantes en su calidad de vida. Por otro lado, el INCAVI fue construido con percepciones de los ciudadanos, tratando de incluir algunas medidas objetivas, como: el número de veces que ha ido al doctor o cuántas ocasiones ha sido víctima de la inseguridad. Sin embargo, queda pendiente, para un proyecto de mayor dimensión, la integración de un índice que incluya una variedad mayor de indicadores objetivos y subjetivos, como lo ha propuesto Corea del Sur.
El cuestionario resultante fue aplicado del 17 al 20 de octubre de 2008 a una muestra nacional de 1 200 personas por la firma encuestadora Consulta Mitofski. La población sujeta al estudio fueron ciudadanos en viviendas particulares de la República Mexicana y el muestreo se realizó de manera sistemática seleccionando 120 secciones electorales: de cada sección se tomaron dos manzanas; por manzana fueron cinco viviendas y en cada vivienda se consideró un ciudadano.
Análisis de resultados
En la tabla 2 se presentan algunas estadísticas descriptivas de las variables utilizadas para la construcción del índice. Destaca el alto valor que los mexicanos le dan a la percepción de su estado de salud (8.03 en una escala del 1 al 10), mientras que el aspecto que más bajo consideran es el relativo a la facilidad para conseguir un trabajo adecuado (5.66 puntos de 10 posibles). Otros valores bajos son otorgados a la capacidad de las autoridades para enfrentar la inseguridad, así como a la honestidad y eficiencia de los gobiernos en todos sus órdenes (municipal, estatal y federal). Los elementos de la vida comunitaria y del bienestar personal alcanzan calificaciones relativamente altas, con excepción de la disponibilidad del tiempo libre.
Tabla 2
Estadísticas descriptivas
En la tabla 3 se presenta el valor del INCAVI para México, los subíndices del mismo y una comparación en términos del tamaño de la comunidad. El valor encontrado para éste es de 7.23 y los correspondientes a los subíndices fueron salud (7.84), económico (6.46), educación (7.12), seguridad (7.50), buen gobierno (6.73), comunitario (7.58) y bienestar personal (7.35). La comparación entre sí de los índices generales no tiene mucho fundamento en virtud de las características de su construcción. Sin embargo, la comparación de éstos, de acuerdo con las características de la población, nos puede ofrecer información valiosa.
Tabla 3
Tamaño de la comunidad
El INCAVI de mayor magnitud es para las comunidades muy pequeñas (de menos de 1 500 personas) con un valor de 7.48. Le siguen el resultado obtenido para las comunidades grandes (de más de 100 mil personas) con un valor de 7.25; las poblaciones pequeñas (de 1 500 a 15 mil personas) con 7.16 y, al final, las medianas (de 15 mil a 100 mil personas) con un nivel de 6.98.
Cuando se desglosa el índice de acuerdo con sus componentes, se presentan algunos resultados interesantes. Por ejemplo, el índice de salud es muy uniforme entre todos los tamaños de la población, pero en el económico, las poblaciones grandes tienen un nivel muy superior (6.81) al promedio general obtenido en este subíndice (6.46). Por otro lado, en seguridad (7.23), bienestar personal (7.71) y buen gobierno (7.16), las comunidades muy pequeñas muestran una ventaja considerable sobre el resto (7.12, 7.35 y 6.73, respectivamente). La tabla 3 detalla estos resultados.
Clase social
En la tabla 4 se muestran las comparaciones resultantes de considerar la clase social de los encuestados. Esta clasificación se realizó con base en la percepción de los encuestadores buscando captar las condiciones objetivas observadas que, en teoría, no siempre coinciden con los ingresos declarados por las personas encuestadas. Bajo este criterio de clasificación, la clase media baja es la que registra un INCAVI superior (7.34), apenas arriba que la media alta (7.31). Sorprendentemente, la alta presenta el menor nivel (7.09), mientras las clases media y baja se encuentran en un plano intermedio (7.18 y 7.12, en ese orden).
Tabla 4
Al realizar comparaciones entre los diferentes subíndices, los resultados muestran de nuevo diferencias dignas de notar. Primero, en los subíndices de salud y educación, así como en el índice comunitario, el nivel social alto tiene resultados superiores al promedio del subíndice correspondiente (8.42, 7.58 y 8.03 contra 7.84, 7.12 y 7.58, respectivamente). Por otro lado, en términos de seguridad y buen gobierno, la clase social alta obtiene valores muy por debajo de la media (6.25 y 5.60 vs. 7.50 y 6.73, en ese orden).
Género
En la tabla 5 se muestran las comparaciones en relación con el género de la población. Tanto en el índice general como en todos los subíndices, los hombres parecen tener mejores resultados que las mujeres, con excepción del índice de seguridad, en el cual las mujeres tienen una ligera ventaja sobre los hombres (7.51 vs. 7.48). En el índice general, la diferencia es de 7.26 vs. 7.19, mientras que en el de salud, la ventaja es de 7.93 vs. 7.76 y en el de buen gobierno, es de 6.76 vs. 6.69 con ventaja para los hombres. En los índices comunitario y de bienestar personal, las diferencias son de 13 y 7 centésimas también en favor de los hombres, respectivamente. En el resto de los índices, la diferencia es apenas de 3 ó 4 centésimas.
Tabla 5
Edad
Con referencia a ésta, el grupo de mayor edad (de más de 50 años) es el que presenta un menor índice general (7.12) y una desventaja en la mayoría de los índices. La excepción se registra en los de educación y bienestar personal, en los cuales este grupo muestra un mejor resultado que el promedio obtenido en el subíndice correspondiente (7.14 y 7.45 vs. 7.12 y 7.35, en ese orden). Los grupos de menor edad (18 a 29 años) y de edad intermedia (de 30 a 49 años) presentan un índice general muy similar (7.25 y 7.26, respectivamente), al igual que en los subíndices económico (6.53 y 6.52), de seguridad (7.52 y 7.53), de buen gobierno (6.73 y 6.72), comunitario (7.60 y 7.64) y de bienestar personal (7.31 y 7.34, respectivamente). Las mayores diferencias se dan en los subíndices de salud y educación. En el primero de ellos, la diferencia es en favor de los más jóvenes (de 18 a 29 años) con 12 centésimas (8.03 vs. 7.91), mientras que en el de educación, la ventaja la toma el grupo de edad intermedia (de 30 a 49 años) con un valor de 7.16 vs. 7.01 del grupo de los jóvenes. El detalle de estos resultados se muestra en la tabla 6.
Tabla 6
Estado civil
Respecto a las diferencias de acuerdo con el estado civil, los resultados se muestran en la tabla 7. Quienes presentan un menor valor en el índice general son aquellos que han quedado viudos o los que viven separados con un índice general de 6.67 y 6.96, respectivamente. Con un valor por debajo del promedio se encuentran los que viven con pareja sin casarse y quienes se han divorciado (7.05 y 7.19, en ese orden), mientras que quienes registran los valores más altos son aquellos que nunca se han casado (7.27) y los que están casados (7.28).
Tabla 7
El análisis de los subíndices de acuerdo con esta característica demográfica presenta, también, diferencias destacables. Por ejemplo: en el de salud, quienes se encuentran separados y los que nunca se han casado registran los mayores valores con 8.13 y 8.19, respectivamente. En el índice económico, sólo los que viven con pareja sin casarse (5.86) y los viudos (6.12) se ubican por debajo del promedio de este subíndice (6.46), mientras que se destaca el valor obtenido para el grupo de personas separadas y para las divorciadas, quienes muestran valores de 6.73 y 6.70, en ese orden. En el subíndice de educación sobresale el grupo de divorciados con 7.28 y los casados con 7.22, en tanto los que más bajo valor presentaron fueron los viudos con 6.64. En cuanto a la seguridad, los viudos de nuevo registran el resultado más pobre con 6.54, mientras que el más alto valor corresponde a los casados con 7.57. En el subíndice de buen gobierno, los valores menores son para los separados y viudos con 6.01 y 6.10, respectivamente, cifras que los colocan muy por debajo del promedio de este aspecto, que es de 6.73. Por otro lado, los casados y los que nunca se han casado son los únicos grupos que presentan resultados por encima del promedio de los subíndices comunitarios (7.58) y de bienestar personal (7.35) con valores de 7.70 y 7.39 para los que nunca se han casado y 7.62 y 7.42 para los casados, en ese orden.
Nivel de educación
En la tabla 8 se presenta el análisis del índice de calidad de vida para los diferentes grupos de personas divididas en términos de su nivel de educación. Quienes registran el más bajo de este índice son aquéllos con un nivel de estudios de secundaria con un valor de 7.19, seguido por los que tienen un nivel de preparatoria o carrera técnica con 7.21. Muy de cerca se encuentran las personas con primaria con 7.22. Causa sorpresa que aquellos que no cuentan con estudios se ubican por arriba del promedio (7.23) con 7.26, mientras que quienes han alcanzado una licenciatura o un posgrado obtienen el valor más alto con 7.38.
Tabla 8
En los subíndices de salud, económico y de educación, los de mayor grado académico se llevan los valores más altos (8.21, 6.74 y 7.43, respectivamente), mientras que en el resto de los índices, aquellos sin estudios o con sólo primaria obtienen los mejores resultados. Por ejemplo, en el subíndice de seguridad los valores más altos son para el grupo de personas sin estudio con 7.66, seguido muy de cerca por el grupo que tuvo únicamente primaria (7.64). En el caso del dominio relativo al buen gobierno, las personas sin estudios alcanzan un valor de 7.01, que los coloca a más de 20 centésimas del resto de la población. En el subíndice de vida comunitaria, de nuevo, las personas sin estudios obtienen el valor más alto con 7.81, en tanto que en el dominio de bienestar personal, quienes destacan son los que estudiaron sólo primaria con 7.51, muy por encima del promedio de este aspecto, que fue de 7.35.
Número de personas en el hogar
La tabla 9 muestra los resultados de las comparaciones realizadas con base en el número de personas que habitan una vivienda. Destaca el valor obtenido por aquellas que viven solas, ya que es de 6.90, el cual está muy por debajo del promedio nacional de 7.23. Quienes habitan en una vivienda con otra persona, obtienen un valor de 7.27, los que viven con otras dos para un total de tres en la vivienda alcanzan 7.22, lo mismo que para las que habitan una vivienda con cuatro personas. Las que viven en casas de cinco o más individuos tienen un nivel de 7.26, que aún está por encima de la media de 7.23.
En la mayoría de los subíndices, las personas que viven solas se ubican al final de la tabla de valores. Así, en el índice de salud obtienen 7.40; en el de educación es de 6.50; en el de seguridad, de 7.19; en buen gobierno, de 6.30; en el de vida comunitaria, de 7.28 y en el de bienestar personal, de 7.18, valores muy por debajo de la media del resto (7.84, 7.12, 7.50, 6.73, 7.58 y 7.34, respectivamente). Sólo en el subíndice económico se encuentran cerca del promedio (6.46) con un valor de 6.43 y es el único aspecto en el cual superan a otro grupo que es el de dos personas (6.40). El resto de los grupos tiene un desempeño relativamente parejo en los valores.
Tabla 9
Ingreso de la población
El último grupo de análisis corresponde a los niveles de ingreso de la población. La tabla 10 muestra los resultados de este análisis. Salta a la vista que los grupos con mejores índices son los de niveles más altos (mayores de 8 450 pesos mensuales) y los de más bajos (menores de 2 400 pesos mensuales) con un valor similar del índice de calidad de vida de 7.40. La personas que integran el nivel bajo de ingresos (entre 2 450 y 4 800 pesos mensuales) obtuvieron un valor de 7.17, mientras que las personas de ingreso medio (entre 4 850 y 8 400 pesos) alcanzaron 7.20. En los dominios de salud, económico y de educación, las personas de ingresos altos se presentan con el valor más alto (7.40, 8.14 y 6.81, respectivamente), mientras que en los subíndices de seguridad y buen gobierno, el nivel más bajo registra los valores más altos (7.90 y 6.86, en ese orden). En el resto de los dominios, las diferencias no son muy altas entre los diferentes niveles de ingresos.
Tabla 10
En la tabla 11 se muestra una lista de las abreviaturas utilizadas en las tablas de resultados.
Tabla 11
Descripción de abreviaturas
Comentarios finales
Los indicadores de progreso son necesarios para corroborar si una sociedad se mueve en la dirección correcta o no. Las medidas típicas de progreso, como el producto interno bruto per cápita, o aun el índice de desarrollo humano, ya no satisfacen la necesidad de constatar los avances en el bienestar social. De hecho, diversas organizaciones a nivel mundial demandan mejores medidas de progreso.
Durante el 2009 se publicó el Reporte sobre la medición del desempeño económico y progreso social, derivado del trabajo de la llamada Comisión Stiglitz, y se realizó el Tercer Foro Mundial de la OCDE en Corea del Sur. Las recomendaciones emanadas de estas dos acciones indican que es necesario medir el bienestar social para complementar las medidas objetivas de progreso que se tienen actualmente.
La iniciativa presentada por Dae You Kim, comisionada de la Oficina de Estadística de Corea del Sur propone medir la calidad de vida de los habitantes de ese país en términos de indicadores objetivos y subjetivos. Sugiere en la propuesta que los indicadores objetivos sean definidos con base en opiniones expertas, mientras que los subjetivos, de acuerdo con la opinión de los ciudadanos. Así, la calidad de vida surge como una alternativa viable para medir el progreso de las sociedades con base en lo que todo gobierno debe considerar su objetivo principal: el bienestar de sus gobernados.
En México, el Centro de Estudios sobre el Bienestar de la Universidad de Monterrey y el CESOP de la Cámara de Diputados desarrollaron un índice de calidad de vida ciudadana que busca medir la percepción de los mexicanos acerca de diferentes dominios de vida que, en teoría, integran la calidad de vida de los mismos. Este índice representa una primera aproximación de lo que pudiera ser una medida integral del progreso de la sociedad mexicana. La primera edición de este índice muestra las posibilidades de comparación entre grupos demográficos del país destacando sus fuerzas y debilidades, pero establece el potencial de este tipo de medidas para poder comparar comunidades, regiones o hacer un monitoreo del índice a través del tiempo.
El medir y monitorear este índice en el tiempo puede brindar información valiosa para la toma de decisiones de política pública. Primero, permite marcar tendencias y áreas de oportunidad a nivel nacional al mostrar la percepción de los mexicanos en los diferentes subdominios del índice. Al medirse por zonas geográficas, es posible identificar los aspectos más relevantes y así enfocar la asignación de los recursos necesarios para poder subsanar las carencias de cada región.
El monitoreo del índice permitiría, también, evaluar la actuación de los funcionarios públicos, pues se tendría una medición integral del progreso (o la falta de éste) en las distintas comunidades del país, generando así un elemento útil en la rendición de cuentas. Este ejercicio, sin duda, promovería el ejercicio democrático y la confianza en las autoridades que hoy en día no gozan de mucha aceptación. Por otro lado, al hacer públicos los avances y retrocesos en la calidad de vida de los mexicanos, la ciudadanía puede identificar si vamos avanzando o no y puede involucrarse en las tareas necesarias para lograr el progreso de la comunidad.
La medición de los indicadores adecuados permite a las organizaciones y a los gobiernos verificar si se avanza en la dirección correcta. Por muchos años, la medición se ha centrado en los aspectos materiales del bienestar de los individuos y se ha dejado de lado el bienestar subjetivo. Por fortuna, en los albores del siglo XXI, esta tendencia ha cambiado y ahora se presenta un tiempo propicio para cuidar los avances en términos del bienestar integral de las personas. No es una tarea fácil ni se avanzará en forma inmediata. Sin embargo, en México no tenemos antecedentes en la medición del bienestar subjetivo y ésa es una tarea que debemos empezar cuanto antes. De hecho, ya vamos tarde.
Referencias
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