Identificación de los ciclos económicos en México: 30 años de evidencia

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Hace 10 años, los conceptos de ciclos económicos (como recesión, recuperación y expansión) eran relativamente desconocidos en México debido a la falta de estadísticas económicas relevantes. A partir del 2000, el INEGI empezó a publicar la información necesaria y hoy en día ya se pueden mapear los ciclos económicos en México. Ahora, la información disponible nos permite analizar de manera cabal las recesiones que hemos tenido entre 1980 y el 2010 y llegar a conclusiones acerca de la duración y profundidad de cada una.

El artículo empieza con un breve repaso de las definiciones básicas de los ciclos económicos y después analiza el caso específico de México para determinar las fechas de las distintas etapas de los últimos 30 años. Encontramos que la recesión de 2000-2003 fue la más larga (36 meses) y la de 1995, la más profunda. La última recesión del 2008-2009 se considera la tercera más profunda en la era moderna de México.

Palabras clave: ciclo económico, recesión, recuperación, expansión, índice compuesto de indicadores coincidentes.

 

Ten years ago, the business cycle was something relatively unknown and significantly unexplored in Mexico, due basically to the lack of relevant economic indicators. Starting in 2000, INEGI (the Mexican Statistics Institute) starts publishing new high frequency data that allows us to track the business cycle with detail. Now, available information allows us to analyze the recessions that Mexico has had between 1980 and 2010 and reach conclusions on depth and duration of each one.

The article starts with a brief summary of the basic definitions of business cycles and then goes on to analyze the specific case of Mexico. After exploring 30 years of business cycles, we find that the 2000-2003 recession was the longest and the 1995 recession was the deepest. The last recession, that of 2008-2009, places third on the list of deepest recessions in Mexico.

Key words: Mexican business cycle, recession, recovery, expansion, Composite Index of Coincidental Indicators.

 
 

Introducción

El uso oficial de la desestacionalización de series económicas en México es relativamente reciente ya que en el 2010 apenas cumplió 10 años. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) empezó a proporcionar indicadores económicos de alta frecuencia con ajustes estacionales en el 2000. Al principio, la tarea consistía sólo en dar a conocer la información en una publicación trimestral, sin realizar ningún tipo de promoción o anuncio sobre el hecho. En el 2001 se incluyeron series desestacionalizadas en las estadísticas disponibles en su página de Internet. Por las mismas fechas, también introdujo indicadores más analíticos y elaborados, como: los índices compuestos de indicadores coincidentes y adelantados, el indicador global de actividad económica y algunos otros muy necesarios que hoy tomamos como dados.

Hace 10 años, los conceptos de ciclos económicos (como recesión, recuperación y expansión) eran relativamente desconocidos. Ni siquiera la mayoría de los economistas mexicanos sabían bien cuál era la definición correcta de una recesión y, mucho menos, la aplicación analítica correcta de las cifras ajustadas por estacionalidad. En parte, esto obedece a que las cifras trimestrales del producto interno bruto (PIB) fueron introducidas, por primera vez, en 1988 y empezaron a existir sólo a partir de 1980. Eso significa que, antes de 1988, era imposible determinar si la economía estaba en recesión o no ya que ni siquiera se podía aplicar la definición popular de dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. Desde ese año, muchos comenzaron a observar el desempeño del PIB trimestral para ver si había dos trimestres negativos consecutivos, pero a partir de tasas de crecimiento anuales, es decir, respecto al mismo trimestre del año anterior, sin percatarse que la definición correcta era respecto al trimestre inmediato pasado.

Por lo mismo, la aparición de las cifras trimestrales del PIB desestacionalizadas trajo consigo mucha confusión. Por fortuna, en los 10 años más recientes, hemos visto la aparición de numerosos artículos acerca de cuál es la forma correcta de interpretar estas cifras y, poco a poco, existen más adeptos de su uso. A final de cuentas, la aportación más importante de las series desestacionalizadas es poder ver el cambio de una variable en el margen. Una tasa de crecimiento respecto al mismo periodo del año anterior (tasa anual) es, en realidad, parecida a un promedio móvil, que suaviza la tendencia de la variable. Esto es porque cada mes le añadimos el último dato disponible pero le quitamos el más viejo. Ésta va a mostrar un crecimiento mayor en el periodo señalado sólo si el mes o trimestre que añadimos es mayor al que quitamos al final de la cola.

Por ejemplo, la tasa anual de inflación en septiembre baja sólo si la tasa mensual de ese mes es menor al mismo mes del año anterior; si hubo algún acontecimiento especial en septiembre del año anterior, la tasa de septiembre de este año se podrá ver muy afectada, pero sin mérito alguno a lo que pasó en el mes en curso. Si la tasa de crecimiento anual del indicador global de la actividad económica (IGAE) en junio es menos negativa que la de mayo, ¿es signo de recuperación? En realidad no sabemos, ya que incorpora 12 meses de información. La única forma de aislar la información del último mes es a través de un ajuste estacional. Esta idea suena muy simple y fácil de comprender, pero es sorprendente la cantidad de economistas que confunden al público al utilizar definiciones o interpretaciones diferentes.

Lo mismo pasa con el análisis de los ciclos económicos. Parece ser que cada economista opina diferente sobre la recesión y muchos utilizan definiciones equivocadas o sui generis. Por ejemplo, es común escuchar que la recesión del 2009 fue la peor que hemos padecido desde 1934, sin embargo, la utilización correcta de las definiciones adecuadas y la referencia apropiada a las cifras nos lleva a una conclusión muy diferente.

A partir de la información que proporciona el INEGI podemos realizar un mapeo fiel de los ciclos económicos en México a partir de 1980. Desafortunadamente, no existen las estadísticas necesarias a ese año por lo que es casi imposible hacer un un análisis comparativo con más historia que los últimos 30 años. Sin embargo, la información disponible nos permite analizar de manera cabal las seis recesiones que hemos tenido entre 1980 y 2010 y llegar a conclusiones precisas. Por ejemplo, la del 2000-2003 fue la más larga (36 meses) y la del 2008-2009 se considera la tercera más profunda en la era moderna de México.

Ciclos económicos: conceptos básicos

El ciclo económico completo consiste en dos etapas principales: la de disminución (cuando la actividad económica se encuentra en una recesión) y la de crecimiento (cuando está en expansión). Por lo mismo, los puntos sobresalientes de un ciclo son el máximo o pico (peak), que representa el nivel más elevado, y el piso o valle (trough), que es el mínimo o más bajo. En principio, se podría utilizar cualquiera de estos puntos como el comienzo de un nuevo ciclo económico, sin embargo, la práctica común es designar el máximo como el de partida para un nuevo ciclo (y, por lo mismo, también para el final del ciclo anterior), lo cual significa que la primera etapa de un ciclo es una recesión, que empieza en el momento en que la dirección general de un espectro amplio de indicadores económicos va hacia abajo y termina en el momento en que llega al punto más bajo.

La siguiente etapa, que es cuando la economía está creciendo, se conoce como la de expansión. No obstante, la de crecimiento se puede dividir en dos partes: la primera (definida como recuperación) empieza en el momento en que concluye la recesión, en el punto más bajo del ciclo, y termina cuando se regresa al punto máximo anterior. A partir de ese instante inicia lo que propiamente se llama expansión. En un ciclo típico, esta fase es casi siempre la más prolongada como es el caso de la mayoría de los países desarrollados (ver gráfica 1).

El comportamiento del ciclo económico más usual consiste en las tres etapas básicas descritas (recesión, recuperación y expansión). Por ejemplo, en Estados Unidos de América (EE.UU.) han existido 11 ciclos distintos desde la Segunda Guerra Mundial a la fecha (1945 al 2010). Todos han tenido un comportamiento similar al presentado en la gráfica 1. La duración promedio de las recesiones norteamericanas ha sido de 10 meses: la más corta duró seis y la más larga, 16. Todavía no se sabe la fecha de terminación de la recesión actual, pero es muy probable que pudiera extenderse a 17 ó 18 meses, por lo que pudiera imponer una nueva marca de duración.1 La combinación de las etapas de recuperación y expansión ha promediado 67 meses y la más corta fue de seis. La expansión más larga fue la que empezó en marzo de 1991 y concluyó en marzo del 2001.

Sin embargo, el comportamiento del ciclo económico puede ser distinto al presentado en la gráfica 1. Por ejemplo, si la caída en la actividad económica en una recesión llega a estar por debajo del punto mínimo de la anterior, se dice que la recesión entra a una nueva etapa, que se denomina contracción.2 En cierta forma, podemos decir que la recuperación es la contrapartida de la recesión, mientras que la expansión es la de la contracción. No obstante, no es muy usual experimentar una contracción. En EE.UU. no ha existido una contracción desde la gran depresión de la década de los 30 del siglo pasado.

En la gráfica 2 se muestra el comportamiento de un ciclo con las cuatro etapas: recesión, contracción, recuperación y expansión.

Otro posible patrón de comportamiento se puede observar en la gráfica 3, el cual consiste en la existencia de una recesión doble, conocida en la literatura académica en inglés como double-dip, es decir, un doble declive. Ocurre cuando la etapa de recuperación no alcanza a convertirse en una expansión antes de presentarse una nueva recesión.

En este caso, existen dos etapas de recesión y dos de recuperación. En total, tendríamos un ciclo con cinco etapas: recesión (1), recuperación (1), recesión (2), recuperación (2) y, finalmente, expansión. En EE.UU., las dos recesiones de 1980 y 1981- 1982 estuvieron a punto de pertenecer al mismo ciclo económico. Sin embargo, la etapa de recuperación que siguió a la de 1980 logró convertirse en una muy breve expansión de dos trimestres antes de que la economía volviera a entrar en una recesión. Este ciclo se conoce de forma coloquial como una W, por su patrón de comportamiento.

Es posible la combinación de los comportamientos de las gráficas 2 y 3 en un ciclo más complejo que pudiera consistir de seis etapas, es decir, una doble recesión en la cual una de ellas logra convertirse en una contracción (ver gráfica 4).

Ciclos económicos: definiciones básicas

La actividad económica puede tener a través del tiempo altas y bajas con cierta regularidad pero, ¿cómo sabemos si una de las bajas es una recesión o sólo una baja temporal de muy corta duración? En otras palabras, ¿cuál es la definición exacta de una recesión?

La más popular es la de dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo del PIB. No obstante, es muy importante enfatizar que no son dos trimestres de crecimiento año sobre año, sino respecto al trimestre inmediatamente anterior, por lo que tiene que ser a partir de cifras desestacionalizadas. Si lo pensamos bien, no hace sentido utilizar cifras anuales ya que es el equivalente a utilizar un promedio móvil que suaviza la serie. Por lo mismo, pudiera ser que tengamos dos trimestres negativos en el margen y que no se refleje en las cifras anuales. Ésta es, tal vez, la mayor confusión que existe en los medios e, incluso, entre el propio gremio de economistas.

Sin embargo, los derechos de autor en cuanto a la definición de una recesión los tiene la National Bureau of Economic Research (NBER)3 que se dedica a promover un mejor entendimiento sobre el funcionamiento de la economía. La primera enunciación formal de una definición fue establecida por esta organización en la década de los 20 del siglo pasado y, por primera vez, publicó las fechas de un ciclo económico en 1929. La NBER no define una recesión en términos de dos trimestres consecutivos de caída en el PIB real, sino considera que es un desplome significativo en la actividad económica generalizada, basándose en un conjunto de indicadores y no sólo el PIB. Su duración debe prolongarse por lo menos seis meses y normalmente es visible en el PIB real, el ingreso real, el empleo, la producción industrial y las ventas al menudeo y al mayoreo. Se toman en cuenta indicadores mensuales para tener una mayor precisión en cuanto a las fechas de inicio y terminación de los ciclos.

Para formalizar el uso de esta definición, la NBER estableció en 1978 el Comité de Fechas de los Ciclos Económicos y, desde entonces, ha existido un proceso formal para anunciar los picos y valles en la actividad económica y se le ha reconocido como el árbitro oficial de los ciclos económicos. El Comité analiza todas las variables a su disposición y determina el inicio y el final de cada recesión. En principio, se enfoca en los indicadores de frecuencia mensual para así tratar de ser más preciso en el establecimiento de las fechas. Sin embargo, pone atención especial en la producción industrial, el empleo, el ingreso real y las ventas al menudeo. Pero es importante señalar que no utiliza una fórmula específica para determinar las fechas.

¿Cómo conciliamos estas dos definiciones? Sin saber en realidad, es posible que muchas personas preguntaban a la NBER cómo anticipar las fechas de las recesiones. Al no aceptar las respuestas muy complejas y enredadas, posiblemente alguien dijo que era muy probable que una recesión hubiera comenzado al observar dos trimestres consecutivos de caídas en el PIB, pues coincidía con el periodo mínimo que la NBER consideraba de seis meses. Por la relativa simpleza de la respuesta, a través del tiempo esta regla de aproximación se convirtió en una definición popular, aceptada incluso por la mayoría de los economistas.

Hace tiempo se realizaron estudios econométricos para tratar de replicar con un índice los puntos máximos y mínimos del ciclo económico. El resultado fue el índice compuesto de indicadores coincidentes, que logró cuantificar con bastante certeza el comportamiento del ciclo. Con algunas excepciones aisladas y sólo de un mes de diferencia, el índice logra replicar de manera fiel todos los picos y valles reportados por la NBER. Por lo mismo, la serie de este índice se utiliza como proxy de los ciclos económicos.

Dado que nosotros no tenemos una organización equivalente a la NBER y mucho menos un Comité de Fechas de Ciclos Económicos, el análisis de México es un poco más complicado. Al no haber un árbitro designado, cada quien opina, arroja fechas y admite o no la existencia de una recesión. Por ejemplo, hubo un crecimiento positivo en el tercer trimestre del 2009 medido con cifras desestacionalizadas, pero una tasa negativa respecto al mismo periodo del año anterior. Dos interpretaciones con signos diferentes de una misma variable causan mucha confusión, por lo mismo, muchos economistas opinaron que seguíamos en recesión. Pero si aplicamos la definición de la NBER como se hace en EE.UU., llegamos a la conclusión de que ya terminó la recesión. Lo que sí queda claro es que México no tiene una definición propia diferente a la de Estados Unidos de América y al resto del mundo y es absurdo pensar que se pudiera hablar de recesiones a partir de definiciones diferentes para cada país.

Por lo mismo, debemos utilizar la definición que más se apega a la de la NBER, bajo la restricción de que no contamos con un arbitrio oficial. Esto sería la utilización del índice compuesto de indicadores coincidentes que construye el INEGI para México (ver gráfica 5). Esta serie es mensual y existe desde 1980.

Ciclos económicos en México

De enero de 1980 a febrero de 1982 vemos la conclusión de un ciclo del que no podemos precisar su inicio, ya que de seguro empezó en algún momento a mediados de la década de los 70 (o mucho antes). No obstante, a partir de febrero de 1982, vemos cuatro ciclos completos y el inicio de un quinto a partir de enero del 2008. Tres de los cuatro ciclos son típicos (ver gráfica 1), sin embargo, el que va de octubre de 1992 a octubre del 2000 se caracteriza por tener doble caída y una contracción (similar a la gráfica 4), algo no muy común.

Al analizar el último ciclo, que actualmente se encuentra en su fase de recuperación, podemos ver que empezó con una recesión en enero del 2008, justo un mes después de haberse iniciado la recesión en EE.UU. El dato de noviembre del 2009 confirma un espacio de, por lo menos, seis meses de crecimiento a partir del punto mínimo alcanzado en mayo, por lo que, a partir de esa fecha, podemos pensar que se va a confirmar la existencia formal de la recuperación. Debemos recordar que las series ajustadas por estacionalidad no son tan estables, ya que al agregar nueva información a la serie es común observar pequeños cambios, en especial en los últimos números. También, muchas variables son de carácter preliminar y, por lo mismo, pueden cambiar. Por ello, siempre tenemos que esperar un mínimo de seis meses (y tal vez más) para afirmar la existencia de una nueva fase.

Al observar las características de los ciclos económicos de 1980 al 2009, podemos ver que hemos tenido seis recesiones, que coinciden con el número de sexenios. La más corta fue de 12 meses y la más larga, de 36; la duración promedio es de 18.5 meses, es decir, alrededor de año y medio. En EE.UU., como ya se mencionó, el promedio de las 10 recesiones que ha tenido es de 10 meses, lo cual significa que en México nuestras recesiones duran casi lo doble que en el vecino del norte.

Sólo hemos tenido dos contracciones, es decir, recesiones tan profundas que el nivel llega a estar por debajo del punto mínimo anterior, sin embargo, sus características han sido muy diferentes: la primera fue de febrero de 1995 a octubre del mismo año (y la más profunda que ha tenido el país), es decir, de 9 meses. La segunda fue de apenas un mes de duración (mayo del 2009), ya que inmediatamente empezó la fase de recuperación.

Hemos tenido cinco etapas de recuperación en las cuales cuatro se convirtieron de manera eventual en expansión y han durado en promedio 25 meses. Las expansiones han promediado 26.5 meses. En total, las fases ascendentes de nuestros ciclos han durado 45.4 meses, en cambio, en EE.UU. duran, en promedio, 57.

¿Cuál ha sido la recesión más severa que ha sufrido el país

En fechas recientes se ha escuchado mucho que la peor crisis desde hace 77 años fue la última, del 2008/2009. La razón de dicha afirmación es porque en 1932 (cuando Pascual Ortiz Rubio era presidente), la economía se desplomó 14% y en el 2009, el PIB disminuyó 6.5%, que fue la baja más grande desde entonces e incluso mayor a la de 1995. Sin embargo, esta conclusión sólo toma en cuenta el PIB y no los demás indicadores coincidentes; además, toma en cuenta la caída anual del PIB, lo que no deja precisar de manera correcta las fechas. En cambio, si analizamos bien los ciclos a partir del índice compuesto, encontramos que la recesión del 2008/2009 no fue la más larga ni la más profunda.

En la tabla 3 se presentan la duración y profundidad de cada recesión de 1980 a la fecha. La recesión del 2008/2009 concluyó en mayo del 2009, dado que es la fecha en que el índice coincidente toca piso. Por lo mismo, tuvo una duración de 17 meses (misma que la de 1982/1983 y ligeramente menor al promedio). En cambio, la del 2000/2003 duró 36 meses, prácticamente lo doble de la actual.

Si medimos la tasa de crecimiento entre los puntos máximos y mínimos, podemos aproximar la profundidad de cada crisis. Para tener una idea de lo que representa la profundidad, calculamos las equivalencias en tasas anualizadas: la recesión del 2008/2009 tuvo una caída de 10.6% a tasa anualizada, no muy diferente al promedio de las seis recesiones (-9.9%). En cambio, las de 1982/1983 (-11.2%) y de 1994/1995 (-18.5%) fueron más profundas. En otras palabras, la del 2008/2009 no fue la más larga ni la más profunda, sino que sus características la ubican muy cercana al promedio en los dos parámetros.

En forma análoga, podemos medir las fases ascendentes. El promedio anualizado de las cinco ha sido 6.5%, siendo más rápida la de 1983/1985 y la más lenta la del 2003/2008. Con la posible excepción de la recuperación de 1995/2000, podemos afirmar una tendencia hacia recuperaciones/expansiones cada vez más lenta.

El ejercicio anterior nos dice que no es muy buena práctica concentrar nuestra atención sólo en el crecimiento del PIB. Aunque sabemos que una de las características de una recesión es claramente la magnitud de la caída en el PIB, no es la única. Una recesión se caracteriza por muchos parámetros, además de los que acabamos de comentar. Por ejemplo, podemos medir el impacto sobre el desempleo, el consumo de las familias, la produción las ventas de los comercios, etcétera. Dado que el PIB tiene muchos componentes, también es importante considerar cuáles fueron los que más disminuyeron y así ver que es lo que explica más la disminución del PIB.

Para medir el impacto de una recesión sobre el bienestar social, deberíamos considerar directamente el efecto sobre la población o, en específico, sobre las familias. Para esto, uno de los mejores indicadores sería el ingreso disponible familiar, pero no existe en México. Por lo mismo, lo más cercano que podemos utilizar es el consumo de los hogares. Si los hogares sufren mucho desempleo y pérdida en su poder adquisitivo, pagan el precio con un consumo menor. No obstante, no es un sustituto perfecto al ingreso disponible ya que las familias pueden disminuir su consumo y aumentar su ahorro sólo por precaución.

En 1995, lo que explicó la disminución tan severa en el PIB fue el desplome en el consumo de las familias (casi 10%, en términos reales). En adición, la inversión fija bruta disminuyó casi 30% y las importaciones alrededor de 15 por ciento. Lo que salvo al país de una caída todavía mucho más grande fue el crecimiento de 30% en las exportaciones. Si tomamos estas tasas ponderadas por su peso en el PIB, nos da la caída de 6.2% que se presentó ese año. No obstante, si excluimos las exportaciones netas de la ecuación, resulta que la caída de la actividad interna fue de 12.3 por ciento.

Sin lugar a dudas, la recesión de 1995 fue una crisis muy severa para las familias, ya que al incrementarse la inflación (de 7.1 a 52%), éstas vieron una merma significativa en su poder adquisitivo. El incremento notorio en la inflación también afectó a las familias vía incrementos cuantiosos en las tasas de interés, que disminuyeron su ingreso disponible y condujo a las crisis de endeudamiento en las familias y empresas. Un buen indicador del consumo es a través de la caída en las ventas al menudeo: del pico al punto menor (16 meses), las ventas reales cayeron 19.3 por ciento.

La recesión del 2008/2009 fue muy diferente: no fue una crisis interna provocada por un desequilibrio en la balanza de pagos, un régimen cambiario inflexible y un agotamiento en las reservas internacionales, más bien, fue una crisis importada en su totalidad que vino en un momento en que la estabilidad macroeconómica, por fortuna, no andaba mal. ¿Cuáles fueron las consecuencias? Los cálculos nos dicen que la caída en el consumo privado en el 2009 será casi una tercera parte de lo que fue en 1995 y la disminución en la inversión privada no llegó a estar cerca del desplome observado 14 años antes. El gasto del gobierno aumentó en el 2009 en comparación con una disminución en 1995, lo cual significa que el gobierno pudo realizar una política contracíclica en el 2009 que no pudo hacer en 1995. Si hacemos el mismo ejercicio de excluir las exportaciones netas de la ecuación del PIB, la disminución fue de 5 por ciento. A final de cuentas, la gran diferencia está en que, en vez de vernos beneficiados por un aumento de 30% en las exportaciones, sufrimos una caída de, aproximadamente, 20 por ciento.

En el 2008/2009, las ventas al menudeo disminuyeron 7.2% en 17 meses, casi una cuarta parte del desplome observado en 1994/1995. Incluso, si vemos la caída en la producción industrial, ésta fue mayor en 1994/1995 (12.8%) que en el 2008/2009 (12.2%), a pesar del comportamiento totalmente diferente de las exportaciones en ambas recesiones. De igual forma, el empleo disminuyó más en 1994/1995 (5.4%) que en el 2008/2009 (4.5%), a pesar de que la inflación en 1995 dio oportunidad a las empresas de ajustar su costo laboral vía bajos aumentos en el salario nominal, lo cual no existió en el 2009.

También, podemos ver la evidencia a través de anécdotas sectoriales. A pesar del gran impulso devaluatorio y la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con EE.UU. y Canadá, la industria de tecnología de informática y comunicaciones se desplomó 48% en 1995 (en cambio en el 2009 su caída fue de alrededor de 15%) y la venta interna de automóviles cayó 61.4% en 1995 a raíz del incremento en la inflación, la disminución del poder adquisitivo, la desaparición del mercado crediticio automotriz, el aumento en el desempleo y el desplome en general de la actividad económica. En el 2009, la caída fue menos de la mitad, 26.2% (ver tabla 4).

En otras palabras, la mayor caída en el PIB en el 2009 se explica por un desplome en las exportaciones y no en un ajuste más severo en el consumo de las familias, como en 1995. Aun así, los hogares se han visto afectados por el aumento en el desempleo y la menor actividad económica. No obstante, ha sido fundamental el hecho de que no aumentó la inflación y así se pudo mantener más o menos estable el poder adquisitivo de las familias y evitar que la caída fuera mayor.

El buen análisis de los ciclos económicos: lo que falta

Sin lugar a dudas, los índices compuestos de indicadores adelantados y coincidentes han sido una invaluable contribución a la familia de estadísticas e indicadores económicos disponibles para México. El índice de indicadores coincidentes nos permite aproximar los ciclos económicos en nuestro país, estudiar sus características y realizar comparaciones a través del tiempo. De igual forma, la aparición de series de alta frecuencia ajustadas por la estacionalidad nos permite llevar a cabo análisis de corto plazo, en el margen, de lo que pasa en México.

Sin embargo, existe mucho espacio para mejora. De entrada, muchas series estadísticas que produce el INEGI son discontinuas, por lo que es imposible hacer comparaciones con periodos anteriores, realizar estudios econométricos adecuados o, simplemente, ver el avance de la economía a través del tiempo. Por lo mismo, hablando de manera estricta, no podemos comparar las cifras del PIB, las ventas al menudeo, la producción industrial, el IGAE o el desempleo de esta década con las cifras anteriores de la década de los 90, por cambios de base o cambios de metodología. Son bienvenidas las mejoras metodológicas, cambios de base, etc., no obstante, el INEGI debería hacer un esfuerzo por encadenar las series para producir una sola serie homogénea, aunque tuvieran sus notas aclaratorias de pie de página.

Relacionado con lo mismo, no hay páginas oficiales donde podamos encontrar series históricas largas. Algunos analistas y académicos han dedicado mucho tiempo a tratar de construir series adecuadas, cuando esta tarea debería hacerla el propio Instituto.

El índice compuesto de indicadores coincidentes existe a partir de enero de 1980 y está formado por cinco series: el IGAE, la producción industrial, las ventas al menudeo, el empleo y la tasa de desempleo más la subocupada. Sin embargo, todas han sufrido modificaciones y ninguna está disponible en la página del INEGI desde 1980 a la fecha. No obstante, para producir el índice compuesto, el Instituto ha tenido que realizar ciertas adecuaciones, de las cuales no se sabe cuáles son con exactitud. Se han incorporado cinco series (ajustadas por la estacionalidad), de las que no tenemos acceso completo, por ello, es necesario continuar incrementando la transparencia en cuanto a la metodología, a los cambios metodológicos y a las adecuaciones que se han hecho a las series.

Cada vez que empieza o está por terminar una recesión, vemos que los políticos, medios, académicos, analistas y funcionarios públicos pelean por negar o admitir la ubicación real dentro del ciclo económico y reina la confusión. En buena medida es por la poca cultura estadística que tenemos, por la falta de transparencia y la confusión de términos que abunda. En EE.UU. resolvieron el problema con un árbitro reconocido: un grupo de cinco académicos que forman el Comité de Fechas de los Ciclos Económicos de la NBER. Posiblemente, nos falta algo similar en México.

Por último, debemos admitir que falta mucho para mejorar la cultura estadística y la capacitación adecuada para saber utilizar, interpretar y analizar de manera correcta las cifras. Esto es notorio, no sólo en los medios de comunicación y el público en general sino, incluso, entre el mismo gremio de los economistas.

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Páginas de Internet: www.inegi.org.mx y www.nber.org.

1 Hasta la fecha de la última revisión de este artículo (agosto 2010), el Comité de Fechas de Ciclos Económicos de la NBER no había pronunciado de manera oficial la terminación de la recesión en Estados Unidos. No obstante, los indicadores disponibles sugieren que terminó en mayo o junio del 2009.

2 Véase Frumkin, Norman (2000). Guide to Economic Indicators. M. E. Sharpe, third edition, pp.156-157.

3 Organización privada no lucrativa de investigación económica sin afiliación partidista, fundada en 1920. Su página de Internet es www.nber.org.

Jonathan Heath

Autor

Es un economista mexicano que se ha especializado en la economía del país y sus perspectivas desde hace más de 25 años. Actualmente, es el Presidente del Comité de Estudios Económicos del IMEF. A partir de julio del 2010, es investigador del INEGI. Publica columnas regulares en periódicos y revistas y es comentarista frecuente en radio y televisión. Su libro más reciente se llama Para entender al Banco de México.


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