Riesgos sociales y bienestar subjetivo: un vínculo indeterminado

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El objetivo del artículo es analizar el vínculo entre los riesgos sociales y el bienestar subjetivo a partir de los datos provenientes del módulo de Bienestar Autorreportado (BIARE) 2012, levantado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Para ello, se eligió un conjunto de variables ordenadas en cinco dimensiones que representan un tipo particular de riesgo social. Bajo la premisa de que los riesgos sociales, y su acumulación, tienen un efecto modulante (positivo o negativo) en el bienestar subjetivo, se someten a consideración dos hipótesis lógicas. Los resultados de la investigación indican que, en términos de riesgos, el bienestar subjetivo no es una traducción positiva de los factores con los que está asociada su disminución, es decir, la relación entre una vida satisfactoria (o efectos positivos) y una vida insatisfecha (o riesgos negativos) no se presenta como la secuencia de una misma escala.

Palabras clave: riesgos sociales, bienestar subjetivo, satisfacción con la vida, dominios de control.

The aim of this paper is to analyze the relation between social risks and subjective wellbeing using data from the Survey on Self-reported Wellbeing in Mexico 2012. In order to do so, a set of variables is selected in five dimensions that represent a particular kind of social risk. Under the premise that social risks and their accumulation have a modulating effect on subjective wellbeing, we consider two logical assumptions: a) risk reduction has a positive effect on self-reported wellbeing, and b) accumulation or lack of resources to address them has a negative effect on subjective wellbeing. Results indicate that, in terms of risk, subjective wellbeing is not a positive translation of the factors with which its decline is associated. In other words, the relationship between a satisfying life (or positive effects) and an unmet life (or negative risks) is not presented as a sequence of the same scale.

Key words: social risks, subjective wellbeing, satisfaction with life, control domains.

 

Recibido: 22 enero de 2014

Aceptado: 16 de abril de 2014

 

 

Introducción

La literatura sobre bienestar subjetivo (BS) ha alcanzado ya cierta madurez y, como parte de esa condición, las investigaciones de los últimos años han cubierto un número considerable de temas y dimensiones de análisis. Los asuntos de preocupación han ido desde su relación con la salud (Cohen & Pressman, 2006) o el ingreso (Deaton, 2008; Diener & Oishi, 2000; Rojas, 2007; Veenhoven, 1991, 1992), hasta la familia (Gardner & Osward, 2006) o el trabajo (Di Tella, MacColloch & Oswald, 2001). En América Latina, los esfuerzos no han sido menores, pero no llegan a la extensión registrada en otros países como Estados Unidos de América o los de Europa. Se han estudiado problemáticas como el desempeño económico (Melgar & Rojas, 2011), la equidad y pobreza (Graham & Felton, 2005) y la calidad de vida (Lora, Pawell, Praag & Sanguinetti, 2008), entre otras más (Rojas, 2011). Pese a este amplio espectro de preocupaciones, es casi imposible encontrar análisis dedicados a la relación entre riesgos sociales y bienestar subjetivo, de ahí que dicha conexión carezca de un cuerpo o conjunto de variables identificadas y analizadas como ocurre en otros temas (por ejemplo, sabemos que la salud es un factor clave para el BS). Esa condición le da a la preocupación que aquí presentamos un carácter en particular exploratorio.1

Bajo esta advertencia, se presenta a continuación un análisis basado en el BIARE 2012,2 para el cual se eligió un conjunto de variables ordenadas en cinco dimensiones: a) económica, b) de control de vida, que está subdividida en dos dimensiones: personales —variables que, en principio, son atribuibles al ser humano— y públicos —que pueden ser atribuibles a los ambientes sociales, pero que influyen en la percepción de control de la propia vida—, c) generacionales, d) trayectorias de bienestar y e) familiar. Cada una de ellas representa (al menos teóricamente) un tipo de riesgo.

Ya que asumimos que los riesgos sociales, y su acumulación, tienen un efecto modulante en el BS, el análisis se ha conducido manteniendo dos hipótesis lógicas: la reducción de éstos tiene un efecto positivo en el bienestar autorreportado, y la acumulación de riesgos o la ausencia de recursos para enfrentarlos tiene un impacto negativo; sin embargo, bajo la perspectiva de los riesgos, la relación entre una vida satisfactoria (efectos positivos) y una insatisfecha (riesgos negativos) no se presenta como secuencia de una misma escala, es decir, la determinación de los riesgos que operan negativa o positivamente nos condujo a uno de los principales hallazgos del artículo: no se trata del mismo conjunto de riesgos.

La insatisfacción está ligada a un cierto tipo de riesgos y la satisfacción, al control sobre otros. Dicho de otra manera: en términos de riesgos, el incremento del bienestar subjetivo no es una traducción positiva de los factores con los que está asociada su disminución. Es evidente que, para efectos de política pública, la distinción es notable porque las acciones que previsiblemente incidirían en el aumento de la satisfacción no son las mismas que frenarían el incremento de la insatisfacción; por ejemplo, como se verá más adelante, estar satisfecho con el trabajo puede ser determinante para un elevado nivel de bienestar subjetivo; no obstante, para quienes están insatisfechos con la vida, la salud es un factor mucho más importante que el trabajo en dicha determinación.

Para someter a prueba estos supuestos, se realizaron tres análisis estadísticos de distinta complejidad. Después de una breve reflexión sobre la noción de riesgo, se presenta una discusión descriptiva en función de las dimensiones anotadas. Su utilidad, dado el carácter exploratorio, es que nos da un panorama de cada uno de los riesgos considerados. Más adelante, se realiza un análisis de cuadrantes que muestra la complejidad y relativa independencia entre bienestar subjetivo y riesgos sociales. Enseguida, se presenta un modelo de regresión logística para conocer qué variables de cada dimensión influyen de manera positiva en el BS de los mexicanos. Cada uno de los métodos seleccionados responde, evidentemente, a diferentes objetivos de la investigación: mediante el análisis descriptivo se pretende conocer cuáles son las características de quienes están satisfechos e insatisfechos con la vida en función de las cinco dimensiones de riesgos sociales consideradas y explorar cuáles son los niveles de satisfacción e insatisfacción en cada una de las poblaciones que están sometidas a diferentes riesgos sociales.3 Con el análisis de cuadrantes se intenta mostrar la complejidad del vínculo entre bienestar y riesgos sociales a través de la observación de las diferentes combinaciones posibles entre ambas variables: bienestar con y sin riesgos, así como riesgos con y sin bienestar. Al final, el modelo de regresión admite un primer acercamiento al estudio de los riesgos sociales como determinantes (o no) del bienestar subjetivo.

1. Vínculo entre riesgos sociales y BS: algunas notas conceptuales

Las diversas perspectivas sobre los riesgos, esquemáticamente, pueden ordenarse en dos grandes escuelas: aquellas que los razonan como una condición estructural de nuestras sociedades (Beck, 1999; Zinn, 2008) y las que los asumen como un factor ligado a comportamientos y características individuales que, desde luego, pueden agregarse (Peterson, 2009). Como parte de la etapa más tardía de la modernidad, en la primera perspectiva se indican dos dimensiones.

Primero se destaca una condición generalizada de riesgo, gestada por las formas y dimensiones de la producción y el uso de tecnologías (Beck, 1999; Beck y Loon, 2000). Esas formas amenazan y ponen en peligro la Naturaleza y, en consecuencia, el entorno de la existencia humana. Vale decir, para esta perspectiva, que el vínculo entre sociedad y Naturaleza se ha desequilibrado. Al mismo tiempo, esas formas de producción y, en general, de ordenamiento civilizatorio, vuelven riesgosa toda la actividad cotidiana de los individuos al exponerlos a distintos daños probables. Las tecnologías, como la de conservación de alimentos, tienen posibles efectos negativos en la salud de los consumidores; los aviones pueden fallar; fumar produce cáncer, etc. (Beck y Loon, 2000); muchos de esos riesgos, como se aprecia, son tomados de manera voluntaria, ya sea al producir o al consumir algo. Ello significa que forman parte de las decisiones que los individuos modernos toman y, por ende, resaltan las condiciones en las que dichas decisiones se realizan. A diferencia de la primera modernidad, la sociedad contemporánea, en efecto, no visualiza los riesgos sólo como peligros de la Naturaleza (como los huracanes o los terremotos), sino como riesgos por decisiones propias o por las de otros que tienden a afectarnos o a incrementar nuestro horizonte de peligros. Quien maneja en estado de ebriedad toma un riesgo e incrementa el peligro para quienes han decidido salir a la calle.

La segunda dimensión que le da a la sociedad contemporánea su carácter de productora sistemática de riesgos sociales es lo que se indica como individualismo institucionalizado o proceso de individualización social (Beck y Beck-Gernesheim, 2002). La idea central es que las personas son cada vez más convocadas, requeridas y responsabilizadas como individuos, bajo contextos sociales e institucionales específicos, sin que, por otro lado, se les dote de los recursos necesarios para responder a la complejidad de los riesgos precisamente como individuos. Habría tres elementos que ilustran con claridad este aspecto y que están basados en el primero de ellos: incremento de la libertad individual. Las personas hoy son más libres frente a los compromisos y las pautas tradicionales de conducta, frente a las instituciones o ante la división clásica del trabajo entre géneros. Todo ello, es claro, incrementa las posibilidades de decisión individual.

La erosión de formas socioculturales tradicionales, además de variar por contextos sociales, conlleva normalmente a una pérdida de estabilidad (Zinn, 2008), dado que los valores tradicionales o establecidos, las pautas consolidadas, no funcionan más como orientación del individuo porque todo vínculo o rol puede ser cuestionado tanto en el ámbito familiar como en el amoroso (por ejemplo, parejas del mismo sexo). En ese contexto de rompimiento de vínculos, el individuo se integra ya no bajo formas de sociabilidad más extensas y densas o mediante instituciones de alto calado, como el Estado, sino a través de instituciones de mediano alcance: el welfare state o el mercado. Desprovisto de los lazos que le daban soporte, el individuo es muy dependiente de esas instituciones y eso incrementa sus riesgos por ciertas políticas sociales, modas y/o pautas de consumo (Beck y Beck-Gernesheim, 2002).

Estos aspectos son importantes porque, en conjunto, plantean un cambio radical, ya que se asume que se han redefinido las pautas de sociabilidad, cohesión e integración social. Para nosotros, es rescatable como supuesto de razonamiento, pues, de manera implícita, se considera que las formas en que se da la sociabilidad o la integración social por vía institucional genera más o menos riesgos sociales y más o menos recursos para asumirlos. En concreto, subsiste una cierta lógica que parece modular los riesgos: mientras más integrados estén los individuos, es decir, cuando cuentan con más soportes sociales e institucionales, mayores controles de riesgos habrá y, así, se esperaría un mayor nivel de satisfacción con la propia vida. Claro está que si ello se apoya en una sola (o única) dimensión de control (por ejemplo, el ingreso) esa capacidad decrece. Al menos, este trabajo asume dicha premisa como pauta de análisis.

Un último punto que es destacable en esta perspectiva (en particular en Beck, 1999), es la naturaleza de los riesgos, es decir, si se trata de una percepción o de una condición objetiva (Zinn, 2008). Muchos de los riesgos de las sociedades modernas —como consumir ciertas medicinas— están sometidos a una enorme lucha por determinar su condición. En ese sentido, se habla del conocimiento del riesgo como una tensión —mantenida como criterio de análisis— entre la percepción y la realidad, la cual indica —y ello es parte de la intención de este trabajo— que la definición de cualquier riesgo social es también una tarea analítica y de política social.

En la segunda perspectiva, los riesgos aparecen ligados a comportamientos y condiciones específicas. En los planos financiero, salud o epidémico, el enfoque es claro (Berstein, 1998; Rychetnik, Hawe, Waters, Barratt y Frommer, 2004). Se dice, por ejemplo, riesgo(s) de contraer cáncer; en realidad, con ello se indican las variables asociadas con dicha enfermedad. El riesgo es conceptualizado, por ende, como una alta probabilidad de contraerla, sobre todo si se tienen ciertas condiciones (hereditarias, por citar una) o conductas (fumar). Esta dimensión es importante para el trabajo porque nosotros tratamos de mostrar ciertas variables asociadas a la insatisfacción con la vida y otras que, si se reducen, alterarían la posibilidad de estar satisfecho.

En concordancia con las dos perspectivas, la noción de riesgo es factible de entenderse en varias dimensiones que, si bien acentúan distintos rasgos, se emparentan entre sí. En un sentido, por ejemplo, el riesgo se refiere a la probabilidad —o al incremento de la misma— de sufrir un daño o pérdida ante determinados eventos o procesos sociales frente a los cuales no se tiene conocimiento o, si se tiene, no se cuenta (o no se percibe) con los recursos necesarios para enfrentarlo. Esta dimensión nos remite a una cierta condición de vulnerabilidad, de desprotección estructural, más allá de ciertas decisiones individuales que podamos tomar (Beck y Beck-Gernesheim, 2002). En otra dimensión, en cambio, el riesgo de un probable daño o pérdida es considerado asimismo en función del costo que el prejuicio implicaría. El riesgo del daño, en otras palabras, se configura también por la proporción entre costos y beneficios (Bosh-Doménech y Silvestre, 2005); es decir, si la probabilidad de un riesgo es alta, pero la posibilidad de su reparación también lo es —o su impacto es bajo—, el riesgo es también bajo; si, en cambio, el costo del daño o de su reparación puede ser muy alto —aunque su probabilidad de ocurrencia sea muy baja—, el riesgo es también alto.

Como se apreciará enseguida, el trabajo incorpora ambas concepciones de riesgo, al menos como razonamiento. Creemos, por ejemplo, que el costo de mantener a personas en estado de insatisfacción con su vida es un riesgo alto y que su impacto social es enorme, y que ciertas condiciones estructurales reducen la posibilidad de un alto bienestar subjetivo y otras la mejoran. En otros términos: aunque la probabilidad de afectar el bienestar subjetivo sea muy baja, dadas ciertas condiciones, su impacto es considerable y configura, por ello, un riesgo social alto.

2. Datos y métodos de análisis

A partir del BIARE 2012 se eligió un grupo de variables (independientes o explicativas) asociadas a diferentes dominios de control de riesgos que se describen en el siguiente apartado. A su vez, de las distintas referencias clásicas a la definición de bienestar subjetivo (felicidad, eudemonía, satisfacción4), hemos optado por aquella que indica el nivel de satisfacción con la vida como variable dependiente.5 Con el fin de analizar el vínculo entre cada uno de estos dominios (o dimensiones de análisis del riesgo) y bienestar subjetivo, el tratamiento de la información consta de tres partes: en la primera se intenta responder a la pregunta ¿quiénes son los que están satisfechos o no con su vida a partir de los diferentes dominios de control de riesgos? Así, del total de satisfechos e insatisfechos con la vida (como muestras independientes), hemos indagado quiénes cumplen (o no) con ciertos requisitos de control en cada una de las dimensiones de riesgo consideradas. En la segunda, en cambio, el objetivo fue invertir dicha pregunta e indagar entre aquellos que forman a cada uno de los dominios de control de riesgos y cómo se comportan sus niveles de bienestar y malestar subjetivos. Mientras en la primera parte del análisis el objetivo es conocer quiénes son los satisfechos e insatisfechos con la vida, en la segunda el fin es describir qué tan satisfechos están con su vida los que forman diferentes perfiles de dominio de riesgos sociales. Por último, en la tercera parte, y con el objetivo de conocer los factores de control de riesgos asociados a la probabilidad de satisfacción con la vida, hemos aplicado un modelo de regresión logística con cada una de las variables de interés.

3. Satisfacción con la vida y dominios de control de riesgos

En esta sección describimos los diferentes dominios de control de riesgos (pensados como factores sobre los que es necesario tener control para reducir riesgos que afecten el bienestar subjetivo) y el conjunto de variables que integran cada uno de ellos. Así, hemos considerado cinco, de los cuales uno se subdivide, por lo que, en total, resultan seis dimensiones analíticas diferentes (ver cuadro 1).

Dominio 1: condición económica

La bibliografía sobre BS ha desplegado una intensa producción sobre este tema, en especial considerando el nivel de ingreso de los individuos (Helliwell, Layard y Sachs, 2012). El resultado más extendido se refiere a la llamada paradoja de Easterlin (1974), que sostiene que el ingreso, llegado a un determinado punto o nivel, no incrementa de forma sostenida el bienestar individual, de manera que no se puede establecer una relación lineal y directa en la que a más ingreso le corresponde un mayor nivel de bienestar subjetivo.

Desde luego, hay algunas perspectivas que matizan dicho argumento y sostienen que el vínculo entre nivel de ingreso y BS es más fuerte que lo que la paradoja sostiene, en particular en contextos de alta pobreza o en países de bajo desarrollo (Helliwell, Layard y Sachs, 2012). Algunos autores, por ejemplo, han considerado un grupo de variables para medir la condición socioeconómica de los individuos, y han llegado a la conclusión de que una posición más sólida corresponde con mayores grados de satisfacción. Advierten, sin embargo, que “la relación no es determinante, pues se encuentran muchas personas bastante y muy felices en todos los estratos socioeconómicos” (Rojas, 2005: p. 16). Nosotros llegamos a una conclusión semejante.

En el dominio económico tomamos en cuenta tres variables: el ser o no solventes frente a las propias necesidades; la satisfacción personal con la propia situación económica y la satisfacción con la fuente —en general— del ingreso: el trabajo. El bienestar subjetivo, por su parte, está considerado en términos dicotómicos (satisfecho/no satisfecho), realizando en todos los dominios un contraste entre ambas características.6

En principio, parecería darse (al menos en este nivel de observación) una relación importante entre la satisfacción con la vida y la posibilidad de ser económicamente solvente. La mayoría de quienes están satisfechos con su vida (61.8%) no solicitó ayuda económica en los últimos tres meses para pagar alguna deuda; en cambio, 58% de los insatisfechos ha pedido algún préstamo en el mismo periodo. El no ser solvente parece, entonces, tener algún efecto, sobre todo en la insatisfacción.

Por otro lado —y del mismo modo que en nuestros resultados—, en la literatura hay diversos análisis que consignan la relación positiva entre satisfacción con el trabajo y bienestar subjetivo (Di Tella, MacColloch y Oswald, 2001), así lo indica el hecho de que 83.9% de los satisfechos también lo esté con su trabajo. En este nivel de análisis, la satisfacción con el trabajo parece pesar más que las otras variables del dominio en la satisfacción con la vida, incluida la que se refiere a la propia situación económica. La pregunta sobre ésta implica un grado de valoración general, pero personal, de ponderaciones entre varios factores (como ingreso y número de hijos), necesidades cubiertas o el nivel de vida al que se aspira. Por eso, es sorprendente que la satisfacción con el trabajo alcance valores notablemente por encima de ella (20 puntos de diferencia); sin embargo, la percepción negativa de la propia situación económica entre los insatisfechos es mayor de manera considerable (10 puntos) que la positiva entre los satisfechos. Esto indicaría que la valoración positiva de la situación económica juega un papel considerable en el bienestar subjetivo, pero menor que la satisfacción con el trabajo; en cambio, es más sólido su peso en la conformación de un estado negativo de bienestar subjetivo. Dicho de forma ruda: para sentirse bien es más importante el trabajo que la economía; para no sentirse bien, lo es más la economía que el trabajo.

Dominio 2: control de vida

Se subdivide en dos grupos de variables de control de riesgos: una personal y otra pública. En el primero incorporamos aquellos factores que, de conformidad con lo que se encuentra en el BIARE, son considerables como recursos propios para construir rutas biográficas y enfrentar retos e, incluso, riesgos. En el público, es obvio, se incorporaron aquellos que, de presentarse, formarían un ambiente social riesgoso o amenazante para construir vidas satisfechas y cuya determinación escapa, por mucho, a la esfera personal.

El primer factor del dominio personal es el conjunto de los llamados bienes relacionales, considerados de manera separada entre familiares y amigos. Éste, constitutivo del capital social para ciertas corrientes (Helliwell y Putnam, 2004), ha sido probado en muchos análisis sobre bienestar subjetivo, donde varios autores lo toman en exclusiva como bienes relacionales y, con ello, resaltan el valor de la sociabilidad (Bartolini, 2011) o los recursos que, de modo no instrumental, se pueden derivar de esa actividad (Becchetti, Polloni y Rossetti, 2008). También en esta perspectiva, la correlación con el BS es alta. En este primer nivel de análisis, nuestros resultados encuentran un vínculo semejante. El tener familiares con quien contar no establece diferencia entre los que están satisfechos y entre quienes no lo están: en ambos, el porcentaje es alto y casi igual. En cambio, no tener familiares parece influir de un modo ligeramente mayor en la insatisfacción.

En términos generales, los amigos son un bien más escaso que los familiares, pues se cuenta con un menor número de ellos para casos de necesidad. En consecuencia, su valor cambia y sí parece ser una variable con influencia en el bienestar subjetivo: 80.1% de los satisfechos con la vida reporta que contaría con algún amigo en caso de necesidad, lo que hace una diferencia de 15.3 puntos frente a los insatisfechos. Profundizar las posibilidades de sociabilidad resulta, entonces —como se ha comprobado en otros estudios—, importante para contrarrestar riesgos contra el bienestar subjetivo (Bartolini, 2011).

Las otras variables del control personal remiten, en distintos grados, a lo que se conoce como empowerment y resiliency, factores que también han sido ligados muy fuerte al bienestar subjetivo (Diener, Sampyta y Eunkook Sun, 1998). El sentirse o saberse capaz de obtener logros en la vida no parece hacer diferencia en términos de satisfacción. En contraste, esa capacidad cobra mayor importancia en la proporción de personas insatisfechas con su vida. Entre ellos y los satisfechos hay una diferencia de casi 13 puntos porcentuales, lo cual indicaría que la sensación de frustración, de no alcanzar metas, tiene más impacto en la infelicidad que el lograrlas, en remediar ese estado. Esta lectura va en línea directa con la idea de expectativas frustradas (Bandura, 1977). En ese mismo sentido parece comportarse la variable ser capaz de tomar decisiones libremente: tiene poco peso en el bienestar subjetivo, pero el no tener libertad tiene mayor peso en la insatisfacción.

Por otro lado, la situación económica personal no influye de manera sustantiva si la expectativa sobre el futuro económico es buena, pero si ésta es mala, es relevante para la insatisfacción: se registra una diferencia de 15.9 puntos respecto a los que están satisfechos. En términos generales, el futuro económico proyectado de forma personal importa menos que el presente (recuérdese el primer dominio) para un alto nivel de bienestar subjetivo: el aquí y el ahora cobrarían más fuerza que el futuro en la satisfacción con la vida.

La capacidad para enfrentar adversidades parece vincularse con gran solidez al bienestar subjetivo. Ésta hace una diferencia de 27.2 puntos entre los satisfechos y los que no lo están. Se confirmarían, así, las tesis sobre el carácter positivo de la capacidad de resiliencia en el bienestar subjetivo. También, se confirmaría, aunque en menor medida, la importancia del sentirse empoderado para encontrar ciertos niveles de satisfacción de vida. Si se compara este resultado con las otras variables resulta sorprendente afirmar que la sensación de control de vida por méritos propios es más importante que los resultados económicos o las metas logradas. Mientras que otras variables resultan importantes para la insatisfacción (lo que es también fundamental en la política pública), para el BS el acento está puesto en la posibilidad de sentirse como un sujeto capaz de salir adelante por sí mismo y enfrentar distintos retos y riesgos. Claramente, una sociedad que no atienda el riesgo social de generar individuos que carecen de esta competencia subjetivada, mantendrá bajos niveles de satisfacción, con el costo que eso conllevaría. Del mismo modo, el costo se incrementará en aquellas sociedades que generan individuos incapaces de cumplir con sus propias expectativas.

Entre los factores públicos de control de vida, tomamos tres variables ligadas a posibles agresiones contra las personas. Si bien —y quizá, de manera sorpresiva—, la mayoría de las personas no se ha sentido maltratada, cuando la agresión ha ocurrido su importancia para la insatisfacción no es menor; es decir, el maltrato pone en riesgo la satisfacción con la vida, pero su ausencia no es, necesariamente, un factor de satisfacción. En esa misma lógica se manifiesta la importancia de la agresión física y el sufrimiento de amenazas. Las tres variables representan un riesgo negativo para el bienestar subjetivo en el sentido —ya indicado— de que su presencia puede revertirlo aunque su ausencia no lo incrementa.

Dominio 3: oportunidades generacionales

Éste refiere al riesgo de que la cancelación de oportunidades para mejorar la propia vida respecto a las generaciones anteriores afecte el bienestar subjetivo. Como se sabe, las mejoras a través de distintas generaciones son un factor considerado como progreso, en especial si se mide como crecimiento de oportunidades. En este caso, se consideraron mejoras de oportunidad en cinco apartados. Los resultados, como se verá, son intrigantes en algunas variables, por ejemplo, la ampliación de posibilidades respecto a los padres de tomar decisiones libremente no discrimina entre satisfechos e insatisfechos. La ampliación de libertades de decisión, de forma sorprendente, no es un factor para fundar una distinción entre bienestar subjetivo y su ausencia.

Las demás variables muestran mayores diferencias y relevancia. La mejora en el nivel de vida respecto a los padres registra una distancia de 14 puntos entre quienes están satisfechos y quienes no lo están (59.4 y 45.5%, respectivamente). La posibilidad de alcanzar mayor educación que los padres muestra también una diferencia —pero más moderada— entre ambas categorías. La educación parece ser un bien en sí mismo, no tanto un factor de mejora generacional en el ámbito del bienestar subjetivo. Por otra parte, la oportunidad de un mejor trabajo es un factor que influye, relativamente, en las características de los satisfechos en relación con los insatisfechos: 73% de ellos considera que ha tenido mejores oportunidades que los padres, pero también lo percibe 61.1% de los insatisfechos. Aún más moderado es el peso del incremento del patrimonio respecto a la generación pasada. En síntesis, este dominio incluye un grupo de factores que actúan con un peso nulo o muy moderado ante el bienestar subjetivo. Cada uno de ellos puede ser considerado, entonces, como un riesgo positivo en el sentido de que si se controlan podrían constituir una característica residual de quienes están satisfechos con su vida.

Dominio 4: trayectoria de bienestar

Su análisis es clave para el estudio de bienestar bajo indicadores objetivos, y no hay razón para considerar que no lo es para el bienestar subjetivo (Shmotkin, Berkovich y Cohen, 2006); no obstante, está prácticamente desatendido. Hemos considerado aquí dos variables. La primera refiere al hecho de haber sufrido adversidades durante el trascurso de la vida. Entre las personas insatisfechas, la proporción que ha sufrido estas adversidades es mayor que entre las satisfechas (78 y 64.3%, respectivamente); sin embargo, valores tan altos en am-bas categorías indican que no es una variable que finque una probabilidad alta para definirse como satisfecho. Lo prudente sería concluir que enfrentar adversidades es, al final, un cálculo de la vida o que el BS no es un resultado de la ausencia de adversidades, como muchas críticas apresuradas han indicado o un reclamo de una vida idílica. La segunda variable, el periodo en el que ocurrieron las adversidades, tampoco parece marcar una diferencia importante. Lo significativo, como vimos en el otro dominio, parece estar en la capacidad de empoderamiento y resiliencia.

Dominio 5: familiar

La literatura sobre bienestar subjetivo, en general, ha insistido en la importancia de los lazos familiares para lograr una vida más satisfactoria. La mayoría de los estudios coincide en que el hecho de estar casado y desarrollar una vida familiar eleva, de forma sustantiva, el BS respecto a los solteros (Gardner y Osward, 2006). En la mayoría de los análisis, el ámbito familiar como tal se ha reportado como un factor clave, junto con la salud. Cierto, no todos los estudios coinciden, pues algunos consideran que la medición de esas relaciones podría refinarse un poco más, introduciendo variables como la calidad de la comunicación en la familia (Rojas y Martínez, 2012). Como sea, es claro que los vínculos entre los parientes juegan un papel importante en la experiencia subjetiva con la que el individuo lleva a cabo su vida y son un referente indispensable.

Contrario a lo esperado, el tener al menos una persona que requiere de nuestra ayuda se presenta en una proporción alta e igual entre ambas categorías, por lo que se puede establecer que no hace diferencia alguna en términos de bienestar. Más sorprendente aún es la segunda variable: ante la pregunta de si se cuenta con familiares detenidos o desaparecidos, la lógica anterior se repite: sólo 7.9% de la población reporta estar en esa situación, y entre ellos el porcentaje de satisfechos e insatisfechos es casi igual. Es, como se aprecia, muy sorprendente que esta variable no parezca tener algún efecto, aun en este nivel de descripción, sobre el bienestar subjetivo. De manera previsible, razones de orden religioso, de cercanía de la parentela y del relativamente bajo porcentaje que reportan estar en esa situación, podrían explicar este resultado.

En el caso de tener algún familiar o persona en el hogar que sufra algún tipo de adicción o enfermedad, las diferencias en la satisfacción con la vida son más importantes; entre los más satisfechos, sólo 14.5% tiene algún familiar en esa situación, y este valor asciende hasta 25.9% entre los más insatisfechos con la vida, lo que implica una diferencia de 11.4 puntos porcentuales, notable en el marco del dominio y dado el comportamiento de las demás variables. En el mismo sentido, pero con menor peso, se expresa el hecho de tener un familiar con un padecimiento grave; entre los más satisfechos, 25.4% se encuentra en dicha situación, valor que aumenta hasta 33.4% entre los insatisfechos.

En el ámbito de la salud, la propia es, sin duda, un factor de primera importancia y así lo ha confirmado la literatura internacional sobre el bienestar subjetivo. En estos resultados, también se confirma su peso: existe una diferencia de 23.2 puntos entre los satisfechos con sus vidas y su salud y los que están conformes con ella, pero no con sus vidas. Consideradas las dos variables sobre salud, es claro que su importancia —si bien con intensidad distinta— se extiende más allá de la propia e implica el ambiente familiar. Se trata, en otros términos, de una variable cuyo riesgo tiene un efecto diversificado.

Ese resultado es coherente con el impacto de la vida familiar en la satisfacción. Los individuos que reportan más bienestar están en una proporción mayor (20.6 puntos porcentuales) satisfechos en ese ámbito. De nuevo, lo familiar muestra su importancia en la conformación del BS. De hecho, en el marco del dominio, la satisfacción con la familia y la salud propia son los factores que más peso adquieren en la diferencia entre estar o no satisfecho con la vida. Si se dejan de lado las dos variables que —de manera sorpresiva— no parecen influir (personas que necesitan ayuda o tener personas desaparecidas o detenidas en la familia), el dominio registra un conjunto de factores que, de no lograrse, pondrían en riesgo el bienestar de las personas. Evitar ese riesgo, por lo tanto, tendría un efecto directamente positivo en el bienestar subjetivo.

Este análisis de dominios de control de riesgos sociales nos indica, al final, que no todos, ni sus variables, juegan un papel igual de intenso en la definición del bienestar subjetivo, y nos lo señala en dos direcciones: algunas variables tendrían un efecto directamente positivo en la satisfacción y otras influirían más en la insatisfacción. De ahí resulta claro que el bienestar no es, como podría pensarse, sólo el otro lado de la insatisfacción. De ahí, también, que el control de riesgos para incrementar o sostener niveles de BS no se reduzca en exclusivo a contrarrestar variables asociadas a la infelicidad. En consecuencia, es útil conocer cuáles variables y, por lo tanto, qué riesgos están vinculados con cada situación subjetiva.

4. Bienestar y malestar subjetivo: algunos factores de riesgo

Para conocer las características que, desde un análisis descriptivo, están vinculadas a los dos estados de bienestar (positivo y negativo), presentamos un grupo de gráficas que indica cómo se componen sus niveles dentro de cada tipo de riesgos. Debe considerarse que, sin importar la variable que se consigne, las personas tienden en su mayoría a presentarse como satisfechas con sus propias vidas y que sólo en un caso (malas condiciones de salud) los insatisfechos alcanzan 40% de la población (en general, se mantienen muy por debajo de ese valor). Por eso, en la lectura es importante considerar cierta proporción en los valores de los dos estados subjetivos, en particular si se consideran riesgos que pueden afectar el bienestar subjetivo.

En la gráfica 1 se observa que los satisfechos con su situación económica alcanzan también el porcentaje más alto de satisfacción con la vida en este primer dominio. En otros términos, si se está en riesgo de perder o no lograr dicha satisfacción económica, el bienestar subjetivo decaería de forma seria. Hemos llamado a esa lógica control positivo de riesgos sociales. En cambio, la variable más vinculada con la insatisfacción, en este dominio, es la frustración frente al trabajo que se realiza. A esa la nombramos control negativo de riesgos, porque el efecto de la variable es muy relevante en los niveles de insatisfacción con la vida. En esos términos, quienes no están satisfechos con su trabajo carecen de BS en una proporción mayor que los insatisfechos por su situación económica. Dicho de otro modo, parecería que estar satisfecho con cierta condición económica es la variable más importante para estar conforme con la vida (dentro del dominio económico), pero no así su reverso, ya que estar insatisfecho con el trabajo es más importante para determinar niveles de malestar subjetivo (insatisfacción) que una percepción negativa de la condición económica del entrevistado. En este primer dominio queda ya reflejado, entonces, que las variables que impactan de forma positiva en el bienestar no son las mismas que afectan de manera negativa. Debe considerarse, sin embargo, que algunas operan en ambos sentidos. El modo en que se reporta cada una de ellas obedece, claro está, a nuestra interpretación.

En la gráfica 2 se presenta la capacidad de resiliencia y empoderamiento. En el control negativo: no tener familiares con los cuales contar ante una necesidad de apoyo, el no tomar decisiones en libertad y el no haber alcanzado logros. Lo que se observa allí es que las personas más insatisfechas se encuentran entre quienes no cuentan con algún familiar en caso de enfrentar alguna dificultad y, en segundo lugar, entre quienes se sienten menos empoderados para enfrentar adversidades. También, entre quienes no pueden tomar decisiones de forma libre y los que no han tenido logros a lo largo de su vida, es relativamente alta la proporción de personas que se siente insatisfecha con su vida. Por su parte, las más satisfechas en el dominio positivo de control personal de riesgos son las personas que se sienten empoderadas para enfrentar adversidades.

En la gráfica 3, las variables tienen un ligero peso negativo en el sentido de que haber sufrido agresiones de algún tipo produce, en mayor proporción, insatisfacción que bienestar subjetivo.

En la gráfica 4, las variables más importantes de control positivo son la salud personal y el estar satisfecho con la vida familiar. En cambio, otras, como tener algún familiar detenido o desaparecido, o tener personas que necesitan de su ayuda, son relativamente débiles para diferenciar niveles positivos o negativos de bienestar subjetivo.

En la gráfica 5 se observa que las oportunidades generacionales funcionan también en términos negativos, claramente presididas por el riesgo de tener peores oportunidades de educación que la generación anterior. Por último, en la gráfica 6 opera el mismo sentido: las personas con los mayores niveles de insatisfacción son aquellas que sufrieron adversidades durante la niñez.

Con base en lo anterior se ha elaborado, para fines sintéticos, el cuadro 2 sobre el funcionamiento de control positivo y negativo de los principales riesgos asociados al bienestar subjetivo.7 Lo que se indica es que variables como satisfacción económica, capacidad de resiliencia, empoderamiento o estar satisfecho con la vida familiar operan casi exclusivamente de manera positiva sobre el bienestar autorreportado. En cambio, otras, como satisfacción con el empleo, libertad para tomar decisiones o logros alcanzados en la vida operan como controles negativos de riesgos, es decir, son fundamentales para determinar los niveles de insatisfacción o malestar subjetivo. Por su parte, la satisfacción con la salud o el nivel de empoderamiento personal son importantes en términos positivos como negativos, en tanto que influyen en el bienestar como en la insatisfacción.

4.1 Distribución de riesgos y perfiles de bienestar subjetivo

Aun cuando puede darse una cierta generalización de riesgos —por ejemplo el clima o la contaminación ambiental (Beck y Loon, 2000)—, éstos no se distribuyen de forma homogénea entre los individuos, y algunos son susceptibles de cierta condición que los conduzca a acumular más que otros. Los riesgos, entonces, pueden ser variables entre un individuo y otro (Silvestre 2005). Entre otros aspectos, el análisis anterior nos indica que, en los ámbitos que forman los dominios, pueden coexistir no sólo tipos de riesgo sino experiencias y prácticas no riesgosas con otras que sí lo son. Del mismo modo se podría decir que, dado que el bienestar no es una experiencia total, las personas satisfechas tienen ciertos y concretos niveles de insatisfacción. La satisfacción subjetiva es una ponderación cognitiva de segundo orden (Millán, 2011). En ese sentido, nos preguntamos cómo se distribuyen los riesgos y qué perfiles de bienestar o malestar forman.

En las gráficas 7 y 8 se muestran los niveles de satisfacción para cada una de las variables consideradas en el estudio: en la primera, las que han sido presentadas en términos de control negativo de riesgos y en la segunda, en positivo.

En la gráfica 7 se revela que la mayor proporción de insatisfechos se encuentra entre aquellos que no se sienten bien con la familia, no están conformes con su salud, no tienen familiares con los cuales contar, no están empoderados y nadie necesita de su ayuda. La falta de resiliencia es la sexta condicionante del malestar. El no haber salvado estos riesgos tendería a elevar las probabilidades de malestar individual. Algunas variables (satisfacción con la salud o empoderamiento) tienen, como hemos ya indicado, un efecto tanto negativo como positivo en la conformación del bienestar subjetivo.

Por su parte, en la gráfica 8 se observa que las mayores proporciones de gente satisfecha se encuentran entre quienes no han tenido adversidades en su vida, tienen solvencia económica para cubrir sus necesidades (no han pedido préstamos en los últimos tres meses), los que se consideran empoderados, los que creen que su futuro económico será mejor que su presente y aquellos que están más satisfechos con su salud; es decir, las personas que han salvado esos riesgos son las más satisfechas con su vida.

Lo que las gráficas estarían indicando, en conjunto, es que, con algunas excepciones, las categorías asociadas a la satisfacción no son las mismas, ni con los mismos valores, que las vinculadas con el malestar o la insatisfacción; pero, además, nos señalan que esas variables (lo cual se observa mejor en la medida en que se toman en cuenta todas y no sólo las de los extremos, como hicimos en la descripción) pueden jugar en distintas combinaciones en la determinación o en el control de riesgos frente al bienestar subjetivo, por lo que se forman distintos perfiles de satisfacción. Esto se ejemplifica en el análisis de cuadrantes de la gráfica 9.

En conjunto, los cuadrantes nos señalan que persiste una independencia relativa entre tipos de riesgo y bienestar subjetivo. Como era de esperarse, hay satisfacción con riesgos superados o controlados (cuadrante 2), pero también con niveles considerables de riesgos sociales (cuadrante 1). En el área de malestar o insatisfacción encontramos, como es esperable, que se da con riesgos, pero también se registra sin ellos (cuadrantes 3 y 4). En este sentido, la pregunta más inquietante sería: ¿qué genera satisfacción en un individuo con altos niveles de riesgo y qué malestar en otra persona que no registra ninguno? En principio podría decirse, como otros autores han indicado, que se debe a elementos que definen personalidades (Rojas, 2007) o a capacidades de resiliencia y/o empoderamiento (Palomar y Victorio, 2010). También, podría establecerse que, como sugerimos —además de esas capacidades e impulsos vitales—, cuenta el tipo de riesgo que se enfrenta, al menos para el cuadrante 1, mientras que el 4 se explicaría mejor, precisamente, por aspectos definitorios de la personalidad.

En segundo lugar, lo que muestra la gráfica es una distribución con forma del tipo > con respecto al vínculo entre riesgos y satisfacción, es decir, con mayores diferencias entre el cuadrante 1 y 3 y con menores entre el 2 y el 4. Cuando los riesgos son altos (cuadrantes 1 y 3), los niveles en la satisfacción con la vida pueden ser por completo diferentes o distantes (parte ensanchada de la figura >). En cambio, cuando los niveles de riesgo son más bajos (cuadrantes 2 y 4), la brecha en los de satisfacción disminuye y las distancias son mucho más cortas (parte angosta de la figura >). Ello indicaría que, a pesar de la relativa independencia entre riesgos y bienestar —en un contexto de riesgos generalizados—, la heterogeneidad en los niveles de satisfacción es mucho mayor o, dicho de otra manera, cuando se cuenta con un nivel mínimo de protección o control de riesgos, los niveles de satisfacción son más bajos y más homogéneos. En los cuadrantes 1 y 3, la distribución es relativamente lineal y constante. En ambos casos, hay niveles elevados de riesgos (mayores a 50%) sólo que en un caso la satisfacción con la vida es elevada y en el otro, no. A diferencia de este tipo de distribución, los cuadrantes 2 y 4 convergen hacia niveles medios de satisfacción a medida que los riesgos disminuyen.

Los cuadros 3, 4, 5 y 6 indican los valores de los cuadrantes para cada una de las dimensiones de riesgos.

Cuadrante 1: riesgos y satisfacción

Indica valores altos de riesgos y, al mismo tiempo, altos niveles de satisfacción con la vida. Los riesgos más elevados son personas que necesitan de su ayuda (88.2%), haber tenido adversidades en la vida (66.6%), tener malas expectativas económicas (50.6%) o no estar satisfecho con la situación económica actual (42.5%). En todos los casos, a pesar de sus condiciones, más de 80% de esa población se siente satisfecha. En conjunto, este tipo de riesgos no parece mermar de forma sustantiva la satisfacción. Las variables que la soportan, y que aparecen como riesgos bajos o medios, tienen un efecto positivo mayor para el bienestar subjetivo que la capacidad de disminución de los riesgos altos. Nótese, por ejemplo, las variables salud, empoderamiento, resiliencia o satisfacción con la familia.

Cuadrante 2: satisfacción sin riesgos

A quienes están satisfechos con la vida y, además, no presentan niveles importantes de riesgos los caracteriza un rasgo que quizá no es menor: se agregan en un buen número de variables de satisfacción (o control de riesgos) en valores altos y relativamente compactados en un rango corto. Aunque destacan la satisfacción económica y con el trabajo, se registra un nivel notablemente alto en todas las variables. Entre ellas se encuentran, de nuevo, empoderamiento, bienes relacionales y satisfacción con la salud y la familia. Los más satisfechos y con un fuerte control de riesgos se caracterizan, también, por ser más optimistas ante su futuro económico y percibir una ausencia de adversidades a lo largo de su vida.

Cuadrante 3: riesgos sin satisfacción

Entre aquellos que tienen elevados niveles de riesgo y, además, no están satisfechos con sus vidas, los más altos de insatisfacción se encuentran entre quienes no están satisfechos con su salud, su familia y su trabajo; no tienen familiares a los que acudir y no se sienten empoderados. La falta de control de estos riesgos tiene un claro efecto negativo en el bienestar subjetivo (ver cuadro 5).

Cuadrante 4: sin riesgos y sin satisfacción

A diferencia de los que se encuentran satisfechos y sin riesgos, los que no lo están, pero tampoco los tienen, están agregados en una marcada proporción menor en el conjunto de variables. Los niveles más altos de insatisfacción se encuentran entre quienes cuentan con familiares a quienes acudir, no tienen personas desaparecidas en la familia, no han tenido amenazas, no tienen personas que dependan de ellos y perciben me-jores oportunidades educativas que sus padres. En términos generales, podría afirmarse que variables de tipo psico-afectivo pesan más que las sociales en estos perfiles de malestar subjetivo (ver cuadro 6).

El análisis particularizado de estos perfiles indicaría, como habíamos señalado, que una cierta combinación de riesgos con un nivel relativo de control de otros determinaría perfiles distintos de bienestar subjetivo. Aunque son identificables variables que son más constantes en la satisfacción o en el malestar, también es cierto que una misma variable tiene efectos negativos o positivos según se asuma como riesgo abierto o controlado y, en función de ello, es que pueden modular de manera diferenciada el bienestar subjetivo. Así, para poner un ejemplo más, contar con un familiar en caso de necesidad puede ser importante para determinar niveles de satisfacción con la vida, pero la situación contraria —no contar con él— es menos importante para determinar niveles de insatisfacción con la vida que otras variables. Por ende, entre la presencia y ausencia de riesgos que pueden determinar niveles de bienestar, se encuentran una serie de condicionantes que modulan dicha relación. De cualquier modo, se pueden identificar, de manera descriptiva, algunas variables que condicionan más los niveles de satisfacción o insatisfacción. La gráfica 10 muestra cómo esas variables pertenecen a distintos dominios de control de riesgos.

5. Peso específico de los riesgos en el BS

Para conocer la probabilidad de estar satisfecho con la vida (satisfecho = 1; no satisfecho = 0), realizamos un modelo de regresión logística con las variables independientes de interés y relacionadas con los distintos dominios de riesgo,8 a las cuales se agregaron, de conformidad con el BIARE, algunos datos sociodemográficos de control: sexo, edad, estado conyugal, ocupación, educación e ingresos. Los resultados del análisis logístico se presentan en el cuadro 7.

El modelo ajusta correctamente 87% de los casos y predice casi 20% de la varianza de la variable dependiente, satisfacción con la vida. Del total de variables incorporadas, la mayoría resulta estadísticamente significativa;9 de ellas, destacan: alto nivel de empoderamiento para enfrentar adversidades, estar satisfecho con la propia situación económica y con el trabajo, satisfacción con la familia y la salud propia, haber tenido logros en la vida y los bienes relacionales asociados a los amigos. Ordenadas las variables por dominios de riesgo, resalta el hecho de que, junto al económico, el control personal de vida, el dominio de lo familiar y el de la adversidad en la biografía (o trayectoria de bienestar) son las que mayor peso tienen en la probabilidad de estar satisfecho con la vida. El control público y el de oportunidades generacionales no cuentan. En general, las variables sociodemográficas también se consideran muy poco.

En ese sentido, los datos parecen confirmar la siguiente afirmación: las variables que más pesan en la probabilidad de estar satisfecho con la vida están ligadas a un ámbito de experiencias, digamos, íntimas o cercanas, de efecto inmediato en la vida de un individuo, lo que contrasta, por ejemplo, con el carácter más abstracto de mejores oportunidades que la generación pasada. Dado el enorme número de experiencias cercanas (y subjetivas) que es posible experimentar en ámbitos como el indicado como control personal de vida y el familiar, no es extraño que tengan un peso importante en el bienestar subjetivo. Aun las variables de la dimensión económica registran experiencias de ese tipo: recuérdese que satisfacción con el trabajo y con la propia situación económica son personales y subjetivas. Cada una de ellas puede remitir a fenómenos de realización personal, construcción de identidades o a estatus sociales autodefinidos. Ello coincide con la idea de que el BS expresa experiencias individuales y no puede ser imputado desde fuera, de maneta externa (Millán, 2011). Dicho en otros términos, aunque ligado a factores estructurales, el bienestar subjetivo depende más de valoraciones específicas de experiencias de vida concretas.

En cualquier caso, ante estos resultados, debemos recordar que el peso de las variables —dada una cierta combinación de riesgos abiertos y de control— pueden afectar de forma considerable el bienestar subjetivo. En un nivel de análisis más puntual y preciso, el modelo nos advierte lo siguiente: en primer lugar, destaca el empoderamiento personal o la fortaleza individual para enfrentar adversidades en la vida; es ella la que más posibilidades ofrece para construir una vida satisfecha, lo que coincide con otros análisis (Diener y Biswas-Diener, 2005). Quienes se sienten empoderados tienen casi tres veces más probabilidades de estar satisfechos que quienes se sienten con poca o nula capacidad para enfrentar adversidades. De hecho, parece ser el empoderamiento individual lo que más explica los diferenciales en los niveles de satisfacción (Exp (B)=2.702).

La segunda variable más importante, en términos de probabilidad, es la satisfacción que se tenga con la situación económica personal (Exp (B)=2.240). Quienes están contentos con ella tienen también casi tres veces más posibilidades de estar satisfechos con su vida que quienes se encuentran insatisfechos económicamente. Casi la misma proporción la guardan quienes están satisfechos con su trabajo (Exp (B)=1.890).

En tercer lugar hay varios factores: satisfacción con la familia (Exp (B)=1.994), con la salud (Exp (B)=1.841) y haber tenido logros importantes a lo largo de la vida (Exp (B)=1.912). Todos tienen dos veces más probabilidades que el resto para estar satisfechos con su vida.

Las demás variables, en cambio, no tienen tanta fuerza como para condicionar la probabilidad de estar

satisfecho con la vida, en la medida en que los momios respectivos están apenas por encima de uno.

Consideraciones finales

Los distintos análisis realizados, si bien con un grado de dificultad diferente, muestran algunas variaciones de interpretación, pero sustancialmente se confirman o, al menos, no se contraponen entre sí. En ese sentido, los supuestos centrales del trabajo se reafirman, en particular:

• La experiencia de satisfacción —y de malestar— no es determinable a partir de un sólo dominio de control de riesgos, cada uno de los cuales representa ámbitos distintos de experiencias y prácticas individuales. No todos los dominios tienen la misma importancia en la determinación del bienestar subjetivo; su prevalencia obedece al hecho de que agrupen variables ligadas a las experiencias más cercanas de la existencia cotidiana de las personas; los factores de orden estructural tienen menos peso. En términos de una política eficaz de control de riesgos frente al bienestar subjetivo, se debería tomar en cuenta tal consideración.

• Del mismo modo que los dominios, las variables tienen —y aún con más fuerza— un peso distinto en la determinación del BS; sin embargo, éste no se comporta como un fenómeno asociado a una variable en particular sino, más bien, como una dimensión compleja o vinculada a un conjunto o grupo de variables. Y la complejidad también deriva del hecho de que éstas no tienen por qué seguir una lógica determinada (excepto las áreas de experiencia cercanas). Lo anterior significa que la combinación específica de variables que modulan la satisfacción de un individuo puede generar bienestar o restarlo, casi independientemente de ella; por ejemplo, sin duda el empoderamiento es la variable más fuerte y constante entre los satisfechos pero, al parecer, debe estar acompañada de otras para producir bienestar subjetivo (como satisfacción económica y familiar). En otros términos, un correcto o eficaz control de riesgos contra el BS debe considerar el efecto negativo que la ausencia de ciertas variables puede imputarle al mismo.

• No obstante la complejidad anterior, es claro —como se ha mostrado— que ciertas variables están más asociadas al bienestar subjetivo y muestran cierta persistencia que debe ser considerada. Entre ellas destacan el empoderamiento individual, la satisfacción económica y familiar, los bienes relacionales, el estado de salud y los logros en la vida. Además, ciertas variables, y ello es también identificable, tienen —como las anteriores— un efecto positivo directo en el bienestar subjetivo; otras lo reducen y algunas más están muy asociadas a la insatisfacción. Una política de riesgos debe mantener constante el reconocimiento de que el BS positivo no es el reverso del malestar.

• Los resultados del modelo reafirmarían la tendencia de los datos descriptivos: la heterogeneidad de dimensiones y variables a las que está asociada la satisfacción con la vida. En casi todas las dimensiones, hay variables significativas. La comprobación de esta variabilidad inter e intra dominios es lo que justifica, sobre todo, la aplicación de las diferentes técnicas utilizadas en este trabajo que, además —y como se dijo con anterioridad— responden a diferentes preguntas de investigación sobre el vínculo entre riesgos sociales y bienestar subjetivo. Dicho de otra manera, la satisfacción con la vida no se explica con independencia de la satisfacción en diferentes dominios de la vida, pero dicha vinculación es preciso observarla —y de forma diferenciada— tanto positiva como negativamente.

• Por último, los resultados también indican que el predominio de variables subjetivas por encima de las variables estructurales implicaría ciertas redefiniciones en materia de política pública.10

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1 Por esa condición no se encuentran referencias bibliográficas para muchas de las variables utilizadas.
2 Se levantó durante el primer trimestre del 2012 —es un módulo aplicado junto con la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGASTO)—, dirigido a personas de 18 a 70 años, con un tamaño de muestra de 10 654 habitantes y 67 preguntas, abarcando 15 temáticas diferentes relacionadas con el bienestar subjetivo. Si bien fue el primer levantamiento, se contempla una periodicidad bienal (al igual que la ENIGH) y, dado el gran tamaño de muestra, su representatividad permite cruce de variables no menores a las 90 observaciones. Cuenta con factores de expansión ajustados por el sesgo de no respuesta que se han utilizado para los datos descriptivos presentados en esta investigación.
3 Dado el desconocimiento empírico del vínculo entre riesgos sociales y bienestar subjetivo, para fines exploratorios es importante no sólo conocer cómo se distribuyen los riesgos entre los satisfechos y los insatisfechos, respectivamente, sino también explorar qué niveles de satisfacción e insatisfacción se observan entre aquellos que padecen algún determinado riesgo social.
4 Entre felicidad y satisfacción, la distinción no siempre es clara, y en el debate no hay acuerdo pleno. En general, se considera que el juicio que se tiene sobre la satisfacción de la propia vida es una operación más evaluativa y cognitiva, una consideración de segundo grado, mientras la que se hace sobre la felicidad alude a componentes afectivos, hedonísticos y emotivos. La satisfacción se entiende, también, como la capacidad de evaluar un periodo más largo de vida que el de la felicidad la cual, se asume, remite a lapsos más cortos (OCDE. Guidelines on Measuring Subjetive Wellbeing. 2013).
5 La variable utilizada es ENCSAT: “En una escala de 00 a 10, ¿en general qué tan satisfecha(o) se encuentra usted con su vida?”. Para fines analíticos, hemos construido una variable dicotómica sobre satisfacción (de 0 a 6 = no satisfecho; de 7 a 10 = satisfecho). Esta misma recodificación se ha utilizado para otras variables sobre satisfacción presentadas en el artículo (económica, laboral, familiar, etcétera).
6 La información estadística presentada en esta sección fue sometida a pruebas de hipótesis para diferencia de proporciones, teniendo en cuenta el diseño de la muestra. Sólo se resaltan las diferencias que resultaron ser estadísticamente significativas y que no se deben a variaciones aleatorias de los datos.
7 Como algunas variables operan tanto en sentido negativo como positivo, indicamos los dos signos, pero (+) señala el énfasis atribuido.
8 Para las estimaciones puntuales y los respectivos errores estándar de las variables incluidas en el modelo de regresión logística, se han utilizado los datos sin el factor de expansión, pero con la muestra ponderada según el ponderador de muestreo pweight = factor de expansión*(n/N), que considera el efecto del diseño de la muestra en términos de estratificación y las diferentes etapas de muestreo.
9 Para la elaboración del modelo, se exploró la existencia de efectos de interacción entre algunos de los dominios de control de riesgos sociales, en especial aquellos relacionados con control de vida. Sin embargo, ninguno de ellos resultaron estadísticamente significativos. Dada la complejidad de dichas interpretaciones y en la medida en que no mejoraban la capacidad predictiva del modelo, se decidió no incluirlas en el análisis. No obstante, queda pendiente para una siguiente investigación la exploración de otras técnicas de análisis (como modelos multinivel) que consideren diferencias contextuales y análisis de conglomerados que permitan identificar perfiles específicos de personas satisfechas e insatisfechas con su vida, respectivamente.
10 Si sólo nos hubiésemos quedado en el nivel exploratorio del análisis descriptivo, dicha relación se hubiese diluido. De allí la importancia y la complementariedad de las técnicas de análisis aplicadas en la investigación.

Fiorella Mancini

Autor

Se doctoró en Ciencias Sociales con especialidad en Sociología por el Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México, y ganó el Premio de la Academia Mexicana de Ciencias a la Mejor Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales 2014. Hoy en día, es investigadora asociada C de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y profesora del Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de esa misma casa de estudios. Desde 2013, es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, y sus principales líneas de investigación son: incertidumbre y riesgos sociales, mercados laborales en América Latina, así como curso de vida y trayectorias laborales. Sus publicaciones más reciente son El vínculo entre población y trabajo en los estudios laborales de América Latina y Narrativas de la contingencia: experiencias de riesgo laboral en la transición hacia la vida adulta.


Rene Millan

Autor

Es doctor en Sociología por la Universidad de Turín, Italia. Desde 1989 se desempeña como investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha trabajado temas como: modernización y subjetividad; empresarios; complejidad, capital y desempeño sociales y bienestar subjetivo, y forma parte del Sistema Nacional de Investigadores en el nivel III. Ha escrito más de 50 artículos para revistas nacionales e internacionales, además de diversas publicaciones; su trabajo más reciente sobre satisfacción de vida es Sociopolitical Dimensions of Subjetive Wellbeing: The case of Two Mexican Cities (en prensa). En el ámbito académico, ha sido profesor en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) México y de posgrado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, así como profesor visitante en El Colegio de México y en otras instituciones extranjeras. En la actualidad, es miembro tanto de la Academia Mexicana de la Ciencia, de la Asociación Internacional de Sociología y de la Social Capital Foundation, entre otras, como del Comité Editorial de la FCPyS y de la Junta de Gobierno de la UNAM. Asimismo, coordina el seminario Satisfacción con la Vida y la Sociedad en la UNAM.


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